PÁGINAS RECOMENDADAS

miércoles, 12 de abril de 2017

RELATOS DE HÉNDER, Libro 12 (Hacia los reinos)



 Fan conoce el Reino de Trifer 
mientras Merto se encarga 
de las negociaciones 
entre triferianos 
y rocanos





HACIA LOS REINOS
Todo estaba ya en marcha y el rey decidió que su presencia allí ya no tenía sentido, de modo que partieron hacia la capital, acompañados por la Joyas. Fan en su carroza, que ocupaba el segundo lugar en la comitiva real, llevaba a Rubí, Esmeralda y Diamante. Habían salido temprano y, tras hacer una breve parada para comer, llegaron a Trifer capital al atardecer puesto que sólo iban con carrozas ligeras tiradas por saltarenas adiestrados. El resto de la comitiva con los suministros y demás pertrechos tardaría un día o dos más puesto que formaba parte de un convoy de carros cargados de madera y tirados por alzemús . El sol se ponía sobre las estepas que cubrían el territorio hasta la frontera de Dwonder y los altos acantilados del Océano del Anochecer. Llegando a la ciudad, la ruta estaba jalonada por una larga empalizada a cada lado y pavimentada por gruesos tablones pulidos que hacían que las carretas sonaran con un leve zumbido continuo. Era evidente que allí no les faltaba madera. Todas las casas eran del mismo material, salvo algunas que se veían más recientes y que eran de piedra, ladrillo y teja procedente de Quater. Fan pensó que allí un incendio podría ser desastroso.
Era una ciudad muy activa. Por las calles se veían gentes atareadas llevando paquetes, tableros, muebles confeccionados, paseando o de compras en los muchos establecimientos comerciales. Y lo que más sorprendió a Fan fue el ver a gentes de otros colores: rojo, azul y negro, por aquellas calles, algo que raramente había visto en Hénder. Claro está que hacía tiempo que no andaba por allí y las relaciones entre los reinos eran más activas últimamente.
Al fin llegaron al Palacio Real, un edificio en obras. Parecía que estuvieran reemplazando los muros de madera por otros en piedra de Quater, pero el núcleo central, con los alojamientos reales, se mantenía en madera tallada y policromada, pero en madera. Supuso Fan que el rey no quería abandonar el signo de identidad de su país, además de que era el material más acogedor y aislante en aquellas tierras más norteñas.
En el alto muro de piedra que defendía la residencia real, no se sabe de qué, se abrió una enorme puerta de hierro forjado, posiblemente de Hénder, y la comitiva penetró en el amplio patio poblado por árboles de copa ancha llamados umbros y que, seguramente, habían trasplantado desde la selva. Casi no se podía distinguir la puerta principal del Palacio, a no ser porque en el suelo, de madera como todo el patio y todas las calles, una franja de otro color parecía esbozar un camino entre aquella pequeña selva artificial. Allí quedaron las carrozas de la comitiva; y el Rey, flanqueado por una guardia más decorativa que defensiva, avanzó por aquella especie de sendero hasta las gruesas puertas talladas en madera negra que cerraban la real residencia. Estaban abiertas de par en par y una formación de toda la servidumbre hacía guardia a ambos lados. 
Fan dejó a las Joyas en el exterior, cerca de aquellas puertas, les indicó que esperasen y siguió en pos del rey.
Atravesaron las puertas y desembocaron en un gran salón, lógicamente todo en madera, amueblado con las más bellas obras de los más afamados ebanistas del reino. También se podían apreciar detalles decorativos procedentes de los otros reinos: Alfombras y tapices, piezas de cerámica como jarrones y figuras artísticas, celosías móviles de hierro forjado que dividían aquel inmenso salón en espacios diferenciados y que, al retirarlas, permitían albergar a una multitud.
Al fondo destacaba un estrado con un trono, tallado delicadamente, mostrando escenas de las antiguas guerras de la Tetrápolis. El Rey no tomó asiento en él, ordenó a uno de los sirvientes que acompañara a Fan a sus alojamientos y le facilitara todo lo necesario, y él mismo también se retiró a sus aposentos. Supuso Fan que a asearse, cambiarse la ropa del viaje y prepararse para la cena.
El sirviente le guió a un amplio y luminoso dormitorio con vistas al bosque interior. Un gran lecho ocupaba una de las esquinas y estaba provisto de cuatro columnas salomónicas que soportaban un dosel bordado con unos motivos geométricos que le recordaron a los de Sirtis. Él no llevaba ropa de recambio, la había olvidado en la mochila y ésta se la había quedado Merto. Lo único que tenía era lo puesto y, en un bolsillo, la pequeña cantimplora de sicuor, que sí había tenido la precaución de guardarse, más que nada para evitar que Merto la usara accidentalmente o se perdiera. Pero entonces no era el momento de explorar nada, salvo aquel dormitorio.
En un amplio armario que ocupaba toda una pared, y que casi pasaba desapercibido, halló toda clase de ropas y calzados de distintas tallas, de modo que cualquier huésped, fuera del tamaño que fuera, podría encontrar allí algo que ponerse. Estaba pensado, posiblemente, de tal manera como cuarto de invitados en el que cualquiera podría encontrarse cómodo y disponer de todo lo necesario. De modo que siguió explorando y, tras una puerta de cuarterones, con un picaporte de hierro colado y de buen tamaño, se ocultaba un cuarto de baño completamente equipado y con una bañera de zinc en la que habría podido dar unas brazadas.
La bañera estaba llena y comprobó que el agua estaba templada. Un entramado de tubos de cobre le servían de soporte y, al tocarlo, comprobó que era eso lo que mantenía la temperatura. Se dio un largo baño y, luego de secarse, se vistió con una cómoda túnica hasta los pies hecha de suave lana, calzó unas sandalias de cuero y se quedó un rato contemplando desde el ventanal a los árboles, en los que una legión de pájaros revoloteaban y cantaban, aunque el sonido no le llegaba a causa de los gruesos cristales. Abrió la ventana, y un torrente de trinos, gorjeos y piares, rompió el silencio de aquel dormitorio. Se encontraba entre ellos un gran banco de perlinos, que evolucionaban en bloque, adoptando sus formaciones caprichosas figuras y resaltando, sobre el verde y el azul cielo, su color nacarado brillante. Los colicortos, no tan gregarios, saltaban de rama en rama llevando briznas de todo tipo para construir sus nidos. Otras muchas aves que conocía y otras que desconocía cantaban en las planas copas de los umbros. Otros perseguían, como un ballet aéreo, los insectos que eran sus presas y su alimento.
En esta contemplación estaba cuando llamaron a la puerta.
- Pasen – dijo en voz alta para hacerse oír en medio de aquella orgía pajaril, mientras cerraba la pesada ventana y se hizo nuevamente el silencio.
 Penetró un ceremonioso criado y, con una especie de reverencia, casi occidental, le dijo:
- Señor: Su Majestad me envía para solicitarle que se reúna con él antes de la cena.
- Ahora mismo voy pero, en confianza. ¿Estoy vestido adecuadamente para ello? Desconozco los protocolos, usos y costumbres de este reino y no quisiera comportarme de un modo inconveniente.
- Va perfectamente, señor; aunque, si se quiere sentir más cómodo, le puedo sugerir algo más acorde con su vestimenta habitual y que también es apropiado para la ocasión, que es informal y no de gala.
- Pues me parece muy bien, vamos.
El criado sacó del armario unos pantalones de hilo en color amarillo y una camisa del mismo color, con cuello y puños adornados con encajes de seda blanca.
- Puede elegir otro color, pero éste es nuestro preferido, el color del reino y a Su Majestad le gusta.
Se cambió de ropas, se calzó unos zapatos ligeros, de una piel fina y cómoda y, antes de marchar, se acercó a sus ropas que había dejado sobre el lecho y se guardó la cantimplora.
El criado recogió aquellas ropas y las que se acababa de quitar y salió por la puerta. Siguiendo al criado se halló en otro salón, grande, con un estrado y un trono igual al que ya había visto, pero aquel salón no era tan inmenso como el primero. En el trono se encontraba el Rey revisando distraídamente unos papeles; y se levantó, dejándolos a un lado, al verle entrar. Se acercó y le dijo:
- ¿Vamos?
- Vamos – respondió Fan aunque sin saber a dónde.
Y, atravesando una puerta oculta tras una cortina de pequeñas lamas doradas, se halló en un comedor con una mesa adornada con flores y preparada para un banquete. Fan recordó que el criado le había dicho “es informal y no de gala.” y pensó:
- Pues ¿cómo será algo de gala?
A ambos lados de la mesa, dos hileras de gentes elegantemente ataviadas, con un amplio predominio del color amarillo, no solo en sus rostros sino en sus vestiduras, se sentaron tan pronto lo hizo el Rey. Fan se sentó a su derecha, a una indicación de Su Majestad que, acto seguido, dio una palmada y comenzaron a desfilar bandejas, fuentes, cazuelas, … de diversos manjares. Acabó probando todos, pero en pequeña cantidad, no quería terminar teniendo pesadillas como días atrás. Algunos de los platos ya los conocía de Hénder y de Serah; pero otros le sorprendieron, no tanto como los platos de la cocina occidental, pero le sorprendieron y agradablemente. Uno de ellos era una suave crema vegetal, pero con un aroma resinoso, como a madera. El Rey le aclaró que, al igual que el fermentado de drupas, esta crema se criaba unos días en bodega en barricas de pino enano, un pino que poblaba la selva mezclado entre otras especies de hoja caduca.
Acabando la cena, Fan pidió permiso al rey para salir a ocuparse de sus Joyas. A Rubí, que se encontraba inmóvil como haciendo guardia junto a la puerta, le llevó un buen pedazo de carne asada del banquete y los demás ya se habían acomodado un poco más allá, bajo los árboles en una zona carente de entarimado. Todos se acomodaron bajo los umbros, salvo las mariposas, que se habían quedado con Merto.
Regresó al salón y se reunió con el rey, que le condujo aparte a una pequeña sala-biblioteca, se acomodaron en dos mullidos butacones y le instó a que contara algo de sus aventuras.
Se les acabaron haciendo las tantas y su interlocutor no se cansaba de escucharle. Pero, finalmente, dio por terminada la velada, más que nada porque tenía que madrugar para ocuparse de las cosas del gobierno y por que tenía que recibir una delegación de Quater y no quería desairarlos llegando tarde. Tras emplazarlo a que siguiera con sus relatos la noche siguiente, se retiró a sus aposentos y Fan a su dormitorio. Sobre la cama halló sus ropas limpias, dobladas y sin una arruga y las depositó sobre una mesita que había en otro rincón.
No tenía que madrugar y, aunque ya era muy tarde, se acostó y tomó un trago de la cantimplora. La oscuridad del cuarto, sólo rota por un leve rayo de Munie que entraba por la ventana, aún se hizo más espesa, casi tangible, y procuró fijar su atención en la Ciudad de Roca Viva.
-----------------------------
Pudo ver que Axen, junto con Merto, dialogaba con los enviados del rey Yellow. Era una conversación distendida y desenfadada. Estaba claro que todo iba bien.
En ese momento Axen decía:
- Pero yo creo que, aunque vuestra carreta está muy bien, nuestro sistema podría ser más eficaz y más rápido para viajar entre nuestros países. Ya os lo he dicho: En pocos días puede estar en marcha si nos ponemos ya manos a la obra
- ¿Qué lo impide? - dijo Merto
- Que ellos lo aprueben porque afecta a todos
- No nos oponemos – dijo Salad, uno de los delegados del rey que llevaba la voz cantante – pero ¿Quién gestionará su uso y mantenimiento. Si lo construye Roca Viva, será Roca Viva quien se encargue de todo y eso puede no convenir a Trifer.
- Y ¿qué es lo que propones? - dijo Merto – porque creo que es importante hacer algo y no perder el tiempo en charlas vanas.
- Técnicamente Roca Viva puede construirlo y mantenerlo, pero nosotros tendríamos que decir algo en cuanto a la explotación. Pienso que deberíamos llevar la gestión a medias, aunque también sería justo que quien construye y mantiene reciba alguna contraprestación.
- Estamos de acuerdo – intervino Axen – ahora será cuestión de negociar esa contraprestación; pero, entre tanto, será necesario comenzar ya con la obra.
Dio unas instrucciones al Jefe Técnico de la Ciudad y éste marchó a preparar los equipos que ejecutarían aquel ambicioso proyecto.
Fan dejó de interesarse en aquella aburrida escena; pensó en Aste y, al momento, se encontraba en su casa. La puerta abierta dejaba entrar el barullo de una multitud, que se divertía como siempre en aquellas habituales veladas al aire libre.
Todo parecía normal. Deseó ver algo aún no vivido, algo futuro, y se encontró colgando de una red que pendía de una gran altura y sobre un mar embravecido. Una pared rocosa, a su espalda, parecía no tener fin mirase donde mirase, y la malla se balanceaba movida por el viento. Temía estrellarse contra aquella pared pétrea e interminable o caer a las rocas del fondo, blancas de espuma por la rompiente. Se sentía impotente y quiso salir de allí y de la visión. En su lugar se vio volando con Zafiro, mientras a su lado volaba Góntar con el otro arnés, sostenido por Zaf. A lo lejos podía ver el Gran Lago
- ¿De modo que Góntar podrá hacer un viaje a la cabaña? Pero… ¿Cuándo? - pensó.
Y en ese momento la escena cambió y se encontró nuevamente en Roca Viva. Salad acababa de firmar un acuerdo con Axen, por la que éste cedía la explotación del transporte que construirían y mantendrían, a cambio de un canon en forma de productos elaborados y comestibles.
-----------------------------
Pero todo comenzó a desvanecerse y él también, puesto que se quedó dormido; de tal modo que, a la mañana siguiente, no sabía lo que había sido sueño o visión.
Reunido con el Rey, siguió durante los siguientes días relatando sus aventuras, describiendo aquellos países exóticos e inaccesibles para los reinos de lo alto del Muro. Pero Fan también quería saber cosas de Trifer y Yellow le informó sobre todo lo que preguntó.
- Creo que esta ciudad, con tanta madera, está muy expuesta a un incendio.  ¿No los hay?
- Algunos hemos padecido, y por eso contamos con unos medios de extinción muy eficaces, aunque toda la madera se somete a tratamientos ignífugos por medio de sales que sofocan cualquier conato. Pero, desde que las relaciones comerciales con los otros reinos son más fluidas en lugar de pelear tontamente, estamos haciendo cortafuegos. ¿Te has fijado en que se reconstruyen algunas casas con piedra?. Pero no es al azar. Se intercalan casas de piedra, seguras, entre las de siempre, de modo que impiden la propagación de cualquier fuego. Pero sigue… ¿Qué pasó en aquel oasis que decías?.
Así pasaron los días hasta que Merto, transportado por Zaf y Zafiro, descendió frente a Palacio. Se había adelantado a los emisarios del Rey que, al volver en carrozas tiradas por alzemús, tardarían al menos un día más.
Merto se reunió con los dos en la sala-biblioteca y les puso al corriente de lo acordado con Axen. Yellow estuvo conforme, pero preguntó:
- ¿Qué es lo que pretenden hacer los termens? ¿En qué consiste ese medio de transporte y cuánto se tardaría en el cruce de la Selva?
- Es algo que mantienen en secreto y que parece estar en relación a sus técnicas de la Roca Viva, pero Axen ha asegurado que en menos de un día se podría llegar desde los límites de la selva con Trifer hasta su ciudad.
- Siendo así me gustaría probarlo y hacer el viaje inaugural, además de conocer esa extraña ciudad.
- Esperemos que regresen los embajadores y ellos os podrán dar más detalles.
Fan y Merto salieron a aquel bosque artificial que era el inmenso patio de Palacio y se reunieron con Rubí, Diamante y Esmeralda. Las mariposas se habían posado sobre la plana cúpula verde que formaban los umbros. Les llevaron comida, y comprobaron que se hallaban perfectamente alojados junto a uno de los pétreos contrafuertes de la muralla. Rubí acabó con una bandeja de carne asada. Esmeralda no necesitó nada, aparte de conectarse a la fértil tierra de aquel bosque artificial, cuidadosamente regado y abonado.  Diamante sí que necesitó algo de té de roca del saco que llevaba Merto en la mochila porque la hierba allí era poco sabrosa. Zaf y Zafiro descendieron y dieron buena cuenta de una olla de almíbar que Fan había encargado en la cocina.
Una vez Merto tomó posesión de su dormitorio del que, con la ayuda de Fan, descubrió todos los rincones y servicios, se reunieron en el de Fan y se estuvieron horas contándose cada uno todo lo que habían vivido el uno en ausencia del otro. De todos modos, Fan ya sabía algo de lo que habían tratado en aquella reunión con Axen, pero se hizo el sorprendido.
- ¿Y dices que Axen se ha ofrecido a construir y mantener ese transporte?
- Sí. Y además ha dicho que en breve estará terminado.
- Esperemos y asombrémonos. Hay muchas cosas que desconocemos de los termens y sus secretos.
Esa noche se tomó un nuevo trago, tras una dura lucha mental.
- ¿Estaré volviéndome dependiente del sicuor?
- ¡De ningún modo! Si soy dependiente de algo es de la curiosidad
- Pero es posible que el excesivo uso tenga efectos desconocidos
- Halmir dijo que no
- Pero hablaba de ellos y no sabe qué puede pasar con otros.
- Vamos. Ya no puedo aguantarme las ganas de saber qué está haciendo Axen.
Y se tomó un trago, no tan largo como la última vez porque sólo quería visitar la ciudad de Roca Viva.
-----------------------------
Y allí estaba. Era un día soleado y unos termens se encontraban en el exterior modelando un enorme bloque de roca. Le estaban dando formas redondeadas, aerodinámicas, fusiformes. El interior estaba hueco y otros termens más andaban dotándolo de aquella especie de sillones de roca, pero mullidos como la lana, tal como ellos solían usar.
Otros se encontraban frente a aquella ruta de piedra lisa, manipulando aquellas extrañas cajas y, en cada margen de la vía, crecía un borde saliente, como una barandilla o guía, que avanzaba rápidamente hacia Trifer. Parecía un muro bajo de piedra sólida, liso y sin uniones.
Pudo ver que izaban aquella cabina de piedra hueca y ligera, la colocaban sobre uno de aquellos bordillos y se adaptaba perfectamente. Pudo ver que la empujaban y se deslizaba sin fricción alguna sobre aquella guía.
Mientras tanto, otro equipo estaba ultimando un vehículo similar y acabaron colocándolo en la otra guía, al otro lado de la calzada. Fan se acercó y pudo comprobar que aquella especie de carrozas sin ruedas visibles, contaban con unas filas de asientos y una pequeña cabina en cada extremo, con una misteriosa caja negra de aquellas.
De pronto, el vehículo en que acababa de entrar comenzó a desplazarse a lo largo de la ruta, suavemente, sin un ruido y a gran velocidad. Uno de los termens se encontraba manipulando los mandos de la caja hasta que tuvo que parar porque, allá a lo lejos, aún no había llegado aquella guía que soportaba al vehículo y le impedía salirse de su ruta. Pero aquellas dos cintas seguían prolongándose a buen ritmo.
- De modo que es esto. Tengo que preguntar a Axen qué es lo que los mueve – se dijo Fan mientras comenzaban a desvanecerse los efectos del sicuor.

 -----------------------------

Los embajadores regresaron e informaron al rey de que la puesta en marcha del nuevo transporte se llevaría a cabo en breve y debían partir hacia el castillo fronterizo para el viaje inaugural. De modo que se montó una nueva comitiva y partieron. Fan y Merto dijeron que harían el viaje por vía aérea y, tras volver a vestirse con sus propias ropas y recoger en la mochila a las Joyas, se pusieron los arneses y salieron, sobrevolando al poco rato al convoy de Su Majestad Yellow y toda su comitiva que avanzaba al paso de la carreta más lenta, la de las provisiones, que iba tirada por alzemús, mientras que la del Rey y otras lo eran por saltarenas adiestrados.
Llegaron al borde de la Selva con tiempo suficiente de ver como dos líneas de roca se acercaban y se acababan deteniendo al extremo de la ruta.
Al poco apareció por allí una de las cabinas móviles que había visto desde su cama pero se hizo el sorprendido, igual que Merto, y más cuando descendió de ella Axen. Se acercaron a saludarlo y éste les dijo:
- ¿Queréis daros un paseo? Porque la obra ya está terminada y podemos hacer un recorrido de prueba antes del inaugural oficial.
- El rey puede tardar aún en llegar aquí un día mas al paso que iban de modo que, si esto corre lo suficiente, podríamos estar aquí a tiempo – dijo Fan
- Pues estaremos. Venid. Subid. Y vuestros amigos también, aunque las mariposas puede que se encuentren mejor volando.
Se acomodaron en aquella extraña carroza y rápidamente se puso en marcha, regresando por donde había llegado. La velocidad era superior incluso a la de volar con Zafiro y tardaron muy pocas horas en llegar al otro extremo.
- Mañana probaremos la otra línea para el regreso – dijo Axen – aunque ambas pueden circular en los dos sentidos, pero así la probaremos también.
Y marcharon todos hacia la ciudad. 
Las mariposas aún tardarían un rato en llegar y eso que no llevaban carga alguna. Las Joyas se quedaron en el exterior, como de costumbre o porque no les gustaba la Roca Viva o los espacios cerrados.
Durante la cena dijo Fan:
- Estoy impresionado. ¿Cómo puede viajar a esa velocidad y en silencio? ¿Qué lo mueve?
- Todo es cuestión de la composición de la roca. Aquí hemos usado piedra de baja densidad para la estructura del vehículo, de modo que sea ligero y de poco peso pese a ser una roca. Pero lo importante está en los rodillos que hay en la parte inferior y en la guía sobre la que se deslizan. No solo deben ser de roca de la máxima densidad, como sabéis con poco espacio vacío, y con unas proporciones grandes de un mineral que Merto conoce bien, el hierro, pero de un hierro tratado especialmente al que llamamos hierrofuerza y que tiene la particularidad de atraerse o repelerse. Esa cualidad la manejan nuestros técnicos con sus cajas y es lo que hace que flote la cabina sin rozamientos y que se deslice por la cinta guía orientando debidamente las fuerzas de atracción y repulsión.
Quedaron satisfechos con la explicación, aunque siguieron sin entender gran cosa, y es que los secretos de los termens y la Roca Viva seguirían siendo sus secretos, algo ininteligible para los demás, pero algo vital para ellos.
A la mañana siguiente tomaron el otro vehículo y, por el lado contrario al que utilizaron para llegar, partieron en dirección a Trifer. A Axen le acompañaban otros miembros del equipo técnico y otros del equipo gestor.
Vinieron a tardar lo mismo que el día anterior y, a su llegada, pudieron comprobar que la comitiva de Yellow aún no había llegado, de modo que se dispusieron hacer una comida campestre sobre el pasto, en el borde de la Selva.
Cuando llegó el Rey ya era tarde. Se saludaron todos, los embajadores le presentaron a Axen y se reunieron todos para cambiar impresiones antes de la cena, que tuvo lugar en el castillo. Cena de la que Axen disfrutó mucho, acostumbrado a comer sólo aquellas insulsas cremas y papillas minerales. Lo que no le gustó tanto fue la cama. Era mullida, pero como su suave y adaptable cama de piedra ligera no había nada.
Al día siguiente partieron temprano. El rey se asombró al ver el vehículo, pero aún más cuando se puso en marcha, tan suavemente, sin el menor ruido, bamboleo o vibración. Además a una velocidad, para él, vertiginosa.
Llegaron a buena hora para comer y lo hicieron en la Ciudad de Roca Viva. Yellow no salía de sus asombro y todo le encantaba, especialmente el mobiliario con sus sillones de roca ligera, mullidos y anatómicamente adaptables. Lo que ya no le gustó tanto fue el menú: a base de aquellas cremas, papillas y purés, aparte de algún producto de la Selva como ciertas plantas, bayas y setas, pero comió para no desairar a su anfitrión.
Tras unas infusiones de cuarzo desestructurado, regresaron al vehículo, se pusieron en marcha y antes de anochecer ya se encontraban en el castillo.
El Rey hizo un pedido de butacas y sillones y Axen hizo un pedido de comestibles de los cuatro reinos.
Esa noche durmieron en el castillo, pero Axen prefirió regresar a dormir en su propia cama aunque fuera ya de noche, tras acordar que al día siguiente se reunirían con él los embajadores que, como el rey, habían quedado encantados con aquel medio de trasporte. 
Antes de retirarse a dormir, Yellow dio instrucciones a sus embajadores, ordenándoles que sondearan a Axen sobre la posibilidad de extender su ruta de piedra hasta la Capital y a las otras fortalezas. Quería disponer de un medio de transporte rápido, limpio y eficaz que uniera todo el reino.
A la mañana siguiente partieron todos, unos hacia la Ciudad de Roca Viva, en el vehículo que ya les estaba esperando, y otros hacia la Capital. Fan y Merto prefirieron, nuevamente, hacer el viaje volando, pero no a la Capital, allí ya no tenían nada que hacer, la habían visto y querían ver más cosas. Informaron al rey, se despidieron de él, y la comitiva real marchó dejándolos allí.
- ¿Ahora qué hacemos?  - dijo Merto
- Pensemos a dónde podríamos ir ahora. Aún nos quedan dos reinos que visitar. ¿Cuál eliges?
- El que esté más lejos, pero no pienso viajar volando, ya lo he hecho demasiado estos días y, aunque ya no me mareo tanto, me conformo con un huequecito infinito en la mochila.
- Lejos vienen a estar los dos pero, respecto a Hénder, el más lejano es Quater.
- Pues a Quater y que tengamos la misma suerte que en Trifer. Supongo que allí también habrán oído hablar de nosotros y nos recibirán bien.
- Eso espero, aunque no sé si me gustaría. Pero preparémonos todos, aunque quisiera despedirme de Axen.
- Eso en un vuelo lo hacemos
- Más rápido iríamos en ese vehículo que está esperando desde hace un rato
De modo que entraron en la cabina, se acomodaron y, sin necesidad de decir nada, partió a toda velocidad. 
Tras despedirse de Axen, que se encontraba muy atareado en reuniones con su gente y los embajadores, volvieron a la ruta y a la tarde ya estaban en el otro extremo.
Concretaron que, desde allí, volarían al otro castillo que se encontraba en la frontera con Quater, para luego acercarse a la Capital. En un vuelo podrían hacer la primera etapa, pero lo dejaron para el día siguiente porque ya era tarde.
Esa noche dormirían allí en el campamento de un grupo de leñadores con los que, desde su espectacular llegada, habían trabado amistad. Eran unos leñadores muy avezados, conocían la Selva y sus secretos. Sabían encontrar y alimentarse con lo que la propia selva les ofrecía. Leña no les faltaba, por lo que tenían unas buenas brasas y esa noche tenían para cenar un merodeador nocturno que habían cazado gracias a un cebo de ranas de una charca cercana. Lo mejor del merodeador son las patas delanteras, salvo la parte de la articulación de las garras que sólo es hueso, piel y tendones. Como sólo se alimenta de peces y ranas, tiene un sabor parecido al pescado, pero con una carne más consistente. También asaron unos sombreros de gigante, unas enormes setas de ala ancha y pie corto, con sabor a resina a causa de que su micorriza se asocia a los pinos enanos. Fan sacó de la mochila unas patatas que habían sobrado del guiso de pescado en Alandia. Aquello era desconocido en los reinos; ni tan siquiera las conocían en Serah, pese a que procedían directamente de Alandia, puesto que la primera vez que probaron aquel tubérculo fue cuando ellos les salvaron de morir de inanición. Pues bien, las asaron al rescoldo y, para los leñadores, aquello fue lo mejor de la cena. Para Merto, Fan y Rubí, lo mejor fueron unas buenas tajadas de la pata del merodeador. 



EN QUATER parte 1 

el próximo jueves




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se admiten comentarios incluso anónimamente. Lo único es que no se publicarán hasta su filtrado para evitar cosas indeseables para todos.