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miércoles, 5 de octubre de 2016

Caos en la colmena



Es bueno hacer cambios, evolucionar para mejorar. Pero cambiar por cambiar, reemplazar lo que funciona por algo que no se ha experimentado si es mejor o no, no parece muy inteligente. Y conste que esto lo escribí hace tiempo y no obedece a coyunturas políticas actuales.




CAOS EN LA COLMENA
Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final



Un grupo de abejas, procedentes de la Comuna de París, aterrizaron en una colmena, llevando sus ideas y pretendiendo imponerlas a toda la comunidad.
No admitían la figura de la Reina, ni la organización del trabajo, ni el diseño de los panales.
Defendían que, geométricamente, es más perfecto el círculo que el hexágono o cualquier otro polígono. Comenzaron convenciendo de ello a las obreras, porque los zánganos ya estaban convencidos; y es que, a los zánganos, se les puede convencer de cualquier cosa, y aún más, si ello no les supone ningún esfuerzo.
Tras exiliar a la Reina, se fueron infiltrando sigilosamente en la comunidad y aplicando sus nuevas ideas.
Una de las cosas que más les molestaba era que la cera de los panales la usaran luego para hacer velas. No podían tolerar que se usaran en los templos, puesto que ellas se oponían a cualquier jerarquía, incluso la religiosa.
Convocaron una asamblea para debatir qué podrían hacer y, tras interminables discusiones se votó, a mano alzada, hacer los panales tal como los hacían las avispas, de papel. Así, como mucho, se podrían usar en la fabricación de libros para pensar, en lugar de velas para rezar.
Durante los días que duró la asamblea, se vio interrumpida toda la actividad de la colmena, porque no había una Reina que organizase el trabajo; y comenzó a agotarse el suministro de miel y polen, pero finalmente volvieron al trabajo aunque, sin organización, cada cual hacía lo que le venía en gana.
Las exploradoras no regresaban a hacer su danza del ocho para indicar la dirección y la distancia de las flores, sino que se atiborraban de néctar y, cuando ya estaban bien hartas, regresaban para hacer la danza; pero, con la tripa llena, la precisión matemática que siempre había caracterizado sus mensajes, desapareció y las otras abejas acababan aterrizando muy lejos del preciado néctar.
La Reina había sido destronada y exiliada, cosa que aprovechó para montarse un nuevo enjambre con algunas obreras y unos pocos zánganos que la siguieron. Por eso en la antigua colmena se había agotado la jalea real, las larvas ya habían eclosionado en los antiguos panales hexagonales de cera, pero en las nuevas celdillas circulares de papel, no había huevos, ni tampoco miel.
Los nuevos panales de papel, a poco que lloviera, se mojaban y, al contrario que los de cera, se deformaban y hasta se llegaban a deshacer. Además era muy difícil acoplar entre si las celdillas para formar el panal. Mientras que la hexagonales se acoplaban perfecta, firmemente y sin resquicios, las nuevas celdillas circulares dejaban muchos espacios huecos entre ellas y la estructura resultaba muy endeble, aparte de permitir en aquellos huecos la proliferación de parásitos que contaminaban e invadían toda la colmena.
Muy pronto comenzaron a escasear los comestibles y el enjambre comenzó a pasar hambre, por lo que muchas abejas murieron de inanición; y las que sobrevivieron, acabaron volando en busca de comida y de otra colonia que no estuviera gobernada por aquellas antisistema.
Con todo esto y la ausencia de huevos, por falta de la Reina, quedaron en aquel remedo de colmena, sólo aquellas que habían cambiado todo lo establecido, pero no para mejorar todo lo mejorable y respetar todo aquello que funcionaba.
Sin zánganos ni obreras y, por tanto, sin nada que comer, tuvieron también que emprender el vuelo y buscarse otro enjambre que les permitiera aplicar sus teorías.
Siento pena por la colmena en que aterricen. Más les valdría que les cayera un pedrisco. 


Y la próxima semana...




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