Esta es una mosca que
a mi hija Elia le hacía
mucha gracia y hasta
le puso nombre. Yo no
he querido rebautizarla.
LA MOSCA DE LA TELE
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al pie
A Riti le gustaba revolotear por
los platós, se sentía feliz entre decorados, focos, cámaras…
Se volvía loca por los programas
informativos y volar por delante de la cámara o de las narices del
presentador; porque éste, para guardar la compostura, no se atrevía
a darle un manotazo, y así Riti se sentía a salvo.
Era algo así como en los
programas taurinos, en los que el torero mariposeaba delante de los
cuernos y salía indemne, pues así se sentía la mosca de la tele
después de incomodar y poner nervioso al cronista de turno,
haciéndole perder algo de su concentración. Si además se acababa
equivocando por su causa, aún se sentía más satisfecha.
Le gustaba también asistir a la
grabación de series y culebrones e intentaba posarse en algún lugar
bien visible para salir luego por la tele.
Es evidente que era muy presumida
y que intentaba ser protagonista en cualquier programa televisivo,
para eso se pasaba rato frotándose las manos y acicalándose las
alas y sus facetados ojos.
Se lo pasaba en grande en una
serie de guerra entre vecinos o aventuras de escalera, porque uno de
los vecinos era pescadero y le atraía, como a todas las moscas, el
aroma de marisco pasado y de pescado pocho.
Pero aún más le entusiasmaba el
programa de Pescadilla en la cocina, en donde disfrutaba de guarrería
en abundancia y comida caducada en que posar sus patas, aparte de los
buenos ratos que se pasaba cotilleando con las cucarachas.
A veces participaba en los
programas infantiles, aunque últimamente casi no había. El problema
es que los niños son muy observadores y en seguida se daban cuenta
de su presencia e intentaban cazarla. Por eso, aunque le gustaban,
procuraba evitar por precaución aquellos programas.
Su favorito, por encima de todos,
era La Cocina de Karlos. Menos los chistes que contaba, todo estaba
rico, rico y con fundamento, y no podía resistirse a posar sus
patitas en todos los platos cuando nadie, ni las cámaras, miraban.
Entonces hacía su cata particular, pasando su trompa sobre verduras,
carnes, pescados, cremas, purés, guisos y salsas, y acababa dando su
veredicto sobre la bondad o no de las elaboraciones.
Era consciente de que, con sus
patas, acababa contaminando los platos; especialmente si se había
paseado antes por el parque y los regalos que dejaban los perros de
los incívicos, pero sabía que aquellos platos no estaban destinados
al consumo humano, sólo servían para las cámaras y luego acababan
en el contenedor. Ella lo sabía muy bien porque solía visitar el
contenedor para repetir si algún plato le había gustado mucho.
Y así Riti era feliz, como ya
había dicho antes, revoloteando por estudios y platós, y hasta por
las unidades móviles. La verdad es que no se perdía programa, serie
o noticia. Estaba en todas partes.
Pero un día se le ocurrió
colarse en la grabación de un concurso sobre quién era el mejor
chef. Aquello era la locura, los concursantes iban contra reloj y no
se fijaban en donde ponían las sartenes, los platos, bandejas y
cuchillos. Por eso estuvo casi a punto de ser aplastada por una
batidora que se le cayó a uno de los concursantes.
Pasaba de sobresalto en
sobresalto, el mayor de los cuales fue cuando se encontró cara a
cara con un incomible plato de “león comegamba”, aunque eso no
era nada comparado con los sustos que se había llevado en otras
ocasiones con pasteles y panales de rica miel, de los que tuvo la
suerte de salir con vida.
Así seguía muy atentamente el
desarrollo del concurso, catando salsas y esferificaciones, paseando
crujientes, arenas y texturas varias. Casi estuvo en un tris de caer
en el nitrógeno liquido y escapó volando hacia uno de los
concursantes y lo que acababa de emplatar primorosamente, con tan
mala fortuna que sonó el final del tiempo y todos taparon sus platos
con una campana, dejándola atrapada.
Nunca se había visto en otra
igual y estaba muerta de miedo, lo que no le impidió probar el plato
y lo encontró muy bueno aunque un poco picante. Pensó que si no
podía salir de su encierro, por lo menos no le faltaría alimento.
Casi se estaba resignando a su
suerte, cuando uno de los jurados levantó la tapa y pudo salir
volando de aquella prisión.
Desde entonces se prometió no
volver a visitar aquel concurso, pero no renunció a seguir viviendo
en la televisión y, mucho menos, abandonar los informativos.
Si aún no la has visto, te
aconsejo que te fijes bien y verás como, hasta te saluda con una
pata.
Y la semana próxima os deseo
mucha felicidad (aunque no
en exceso) porque el título es:
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