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miércoles, 7 de septiembre de 2016

La mosca de la tele




Esta es una mosca que 

a mi hija Elia le hacía 
mucha gracia y hasta 
le puso nombre. Yo no 
he querido rebautizarla.






LA MOSCA DE LA TELE


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie


A Riti le gustaba revolotear por los platós, se sentía feliz entre decorados, focos, cámaras…
Se volvía loca por los programas informativos y volar por delante de la cámara o de las narices del presentador; porque éste, para guardar la compostura, no se atrevía a darle un manotazo, y así Riti se sentía a salvo.
Era algo así como en los programas taurinos, en los que el torero mariposeaba delante de los cuernos y salía indemne, pues así se sentía la mosca de la tele después de incomodar y poner nervioso al cronista de turno, haciéndole perder algo de su concentración. Si además se acababa equivocando por su causa, aún se sentía más satisfecha.
Le gustaba también asistir a la grabación de series y culebrones e intentaba posarse en algún lugar bien visible para salir luego por la tele.
Es evidente que era muy presumida y que intentaba ser protagonista en cualquier programa televisivo, para eso se pasaba rato frotándose las manos y acicalándose las alas y sus facetados ojos.
Se lo pasaba en grande en una serie de guerra entre vecinos o aventuras de escalera, porque uno de los vecinos era pescadero y le atraía, como a todas las moscas, el aroma de marisco pasado y de pescado pocho.
Pero aún más le entusiasmaba el programa de Pescadilla en la cocina, en donde disfrutaba de guarrería en abundancia y comida caducada en que posar sus patas, aparte de los buenos ratos que se pasaba cotilleando con las cucarachas.
A veces participaba en los programas infantiles, aunque últimamente casi no había. El problema es que los niños son muy observadores y en seguida se daban cuenta de su presencia e intentaban cazarla. Por eso, aunque le gustaban, procuraba evitar por precaución aquellos programas.
Su favorito, por encima de todos, era La Cocina de Karlos. Menos los chistes que contaba, todo estaba rico, rico y con fundamento, y no podía resistirse a posar sus patitas en todos los platos cuando nadie, ni las cámaras, miraban. Entonces hacía su cata particular, pasando su trompa sobre verduras, carnes, pescados, cremas, purés, guisos y salsas, y acababa dando su veredicto sobre la bondad o no de las elaboraciones.
Era consciente de que, con sus patas, acababa contaminando los platos; especialmente si se había paseado antes por el parque y los regalos que dejaban los perros de los incívicos, pero sabía que aquellos platos no estaban destinados al consumo humano, sólo servían para las cámaras y luego acababan en el contenedor. Ella lo sabía muy bien porque solía visitar el contenedor para repetir si algún plato le había gustado mucho.
Y así Riti era feliz, como ya había dicho antes, revoloteando por estudios y platós, y hasta por las unidades móviles. La verdad es que no se perdía programa, serie o noticia. Estaba en todas partes.
Pero un día se le ocurrió colarse en la grabación de un concurso sobre quién era el mejor chef. Aquello era la locura, los concursantes iban contra reloj y no se fijaban en donde ponían las sartenes, los platos, bandejas y cuchillos. Por eso estuvo casi a punto de ser aplastada por una batidora que se le cayó a uno de los concursantes.
Pasaba de sobresalto en sobresalto, el mayor de los cuales fue cuando se encontró cara a cara con un incomible plato de “león comegamba”, aunque eso no era nada comparado con los sustos que se había llevado en otras ocasiones con pasteles y panales de rica miel, de los que tuvo la suerte de salir con vida.
Así seguía muy atentamente el desarrollo del concurso, catando salsas y esferificaciones, paseando crujientes, arenas y texturas varias. Casi estuvo en un tris de caer en el nitrógeno liquido y escapó volando hacia uno de los concursantes y lo que acababa de emplatar primorosamente, con tan mala fortuna que sonó el final del tiempo y todos taparon sus platos con una campana, dejándola atrapada.
Nunca se había visto en otra igual y estaba muerta de miedo, lo que no le impidió probar el plato y lo encontró muy bueno aunque un poco picante. Pensó que si no podía salir de su encierro, por lo menos no le faltaría alimento.
Casi se estaba resignando a su suerte, cuando uno de los jurados levantó la tapa y pudo salir volando de aquella prisión.
Desde entonces se prometió no volver a visitar aquel concurso, pero no renunció a seguir viviendo en la televisión y, mucho menos, abandonar los informativos.
Si aún no la has visto, te aconsejo que te fijes bien y verás como, hasta te saluda con una pata.



Y la semana próxima os deseo 
mucha felicidad (aunque no 
en exceso) porque el título es: 

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