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jueves, 3 de marzo de 2016

III.- Cloe quiere... hablar

Cloe, ya recuperada de la caída y del doloroso parto de los cascarones, pretende iniciar otra experiencia que piensa puede ser menos peligrosa y más fructífera que nadar o volar. ¿Tendrá razón? ¿Lo conseguirá?.
Otro día "Cloe quiere... viajar"



CLOE QUIERE HABLAR

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final

Se encontraba Cloe, como solía hacer, picoteando bichitos y semillas al pie de los pesebres. Hacía ya tiempo que, al tratar de volar, se había dado un buen golpe, pero ahora ya se había recuperado.
Afortunadamente, en su pequeño cerebro, no había anidado una idea tan peregrina como las de nadar o volar, y la paz reinaba en la granja. Woffe y Muuriel estaban muy tranquilos sin tener que soportar sus continuas consultas y fantasías ni tener que rescatarla de peligros.
Hacía un día radiante, pero el anterior había llovido, el calor veraniego se había suavizado un tanto y los insectos se habían removido. Cloe no daba abasto a cazar saltamontes, que era lo que más le gustaba, crujientes por fuera y tiernos por dentro. Cuando más concentrada estaba en su cacería, sonó un aleteo a sus espaldas. Cloe lo notó, cosa extraña porque cuando estaba absorta en alguna ocupación era incapaz de prestar atención a otra cosa.
Se trataba de un ave gorda y verde que se posó en una rama y comenzó a decir:
- “Lorito pide pan, lorito bonito, quiero chocolate, ¿digaméee? y esperen que ya voy”
Cloe no salía de su asombro y era incapaz de asimilar cosa semejante.
-¡Aquel pájaro estaba hablando en humano!
Es de todos sabido que los animales, aunque no son capaces de hablarlo, entienden a la perfección el lenguaje humano, salvo algunos como Cloe a los que, por sus menguadas entendederas, les costaba enterarse bien y lo hacían a medias.
Todos los animales estaban de acuerdo en mantenerlo en secreto, y los granjeros hablaban delante de ellos sin ningún reparo, lo que había motivado alguna fuga al enterarse las futuras víctimas de los planes que hacían para la cena. Todos disimulaban y se tenían que hacer repetir las órdenes como si no las hubieran entendido a la primera.
Pues bien, aquel extraño pájaro verde, seguía posado en la rama, hablando y hablando incansablemente:
- “Lorito pide pan” – decía, y uno de los jornaleros de la granja se acercó y le dio un trozo del bocadillo que se estaba comiendo.
Cloe se quedó muy sorprendida y era incapaz de salir de su asombro o albergar cualquier otro pensamiento. Poco a poco, una pequeña idea comenzó a barrenar en su cabecita; y dijo:
- Cooo, cook, cococook
que quiere decir:
-¿Podría yo hablar como los humanos?
El loro, porque loro era aunque un poco cotorra, le entendió perfectamente y le respondió en idioma animal:
-Yo puedo darte clases, pero me tendrás que pagar. Yo no trabajo gratis. Eso es algo que, aparte de su idioma, he aprendido de los humanos. Así que me tendrás que traer de comer: migas de pan, fruta, insectos, chocolate… bueno, lo que puedas pillar por ahí.
- Gracias, muchas gracias – dijo Cloe entusiasmada – enseguida vengo con algo y comenzamos.
Y se marchó al lugar en donde solían comer los jornaleros. Ella iba a menudo, antes de que llegaran las hormigas, porque siempre caían migajas y restos de fruta como; corazones de manzana o algunas cerezas pochas o picadas de pájaros, porque los humanos son muy escrupulosos y no se las comen.
Así que regresó con un trozo de mendrugo en el pico y, tras varios viajes, el loro contaba con un buen montón de comestibles, que engulló en un santiamén. Pero, tanto comió, que tuvo un empacho y no estaba en condiciones de enseñar a Cloe. Ésta estaba muy contrariada por haber dejado la clase para el día siguiente, se moría de impaciencia.
Tan absorta estaba en su monotema, que no veía por donde caminaba y se tropezó con una pata de Muuriel. Ésta le dijo:
-¿Dónde vas tan pensativa? ¿te pasa algo?
- Resulta que el loro ha retrasado mi primera clase de humano para mañana, pero yo le había llevado comida de sobra.
- ¡Ay, tonta! No hagas caso de ese liante, tiene mucho pico y mucha conversación, pero poca palabra. Además tú no puedes hablar humano.
- ¿Cómo que no?, pues el loro lo hace
- El loro puede, pero ninguno de nosotros podemos hacerlo, ni siquiera yo, ni Woffe que es el mejor amigo del hombre y siempre está con él. Te he dicho muchas veces que te dejes de fantasías y te conformes con lo que eres, una gallina. Un poco corta de entendederas, como es normal en una gallina, pero una gallina en fin, ni más ni menos.
Cloe se marchó nada convencida, y no estaba convencida, porque el convencimiento no le cabía en la cabeza, ocupada totalmente con aquella idea de hablar humano.
Aquella noche durmió intranquila, tan intranquila que se cayó del palo del gallinero y acabó durmiendo en el suelo.
A la mañana siguiente, bien temprano, Cloe marchó a toda prisa al árbol donde había dejado al loro, pero el pájaro había volado. No obstante, por la tarde regresó volando, dijo a Cloe que le fuera a buscar comida y se posó en la misma rama del día anterior.
Cloe regresó con la cena pero, con una sorprendente muestra de lucidez, le dijo:
- De comer nada, primero la lección, no quiero que pase lo de ayer.
Así que el loro le dijo:
- Vamos a comenzar con una frase sencilla; yo digo “lorito pide pan”, pero tú tendrás que decir “gallinita pide pan”.
- ¡Ah no, no! Prefiero saltamontes.
- Eso es más difícil, pero bueno. Repite conmigo: “Gallinita pide saltamontes” .
- cook cok kooo kook cloo
- ¡No, no! ¡en gallina no! ¡en humano! Repite conmigo: “Gallinita pide saltamontes”
- “cook cok kooo kook cloo”
- Otra vez más, que no vocalizas bien. Repite conmigo: “Gallinita pide saltamontes”
- “cook cok kooo kook cloo”
Tras una hora de repeticiones sin resultados apreciables el loro le dijo:
- Bueno, por hoy ya vale, mañana más pero ve practicando en casa, yo voy a cenar. Hasta mañana.
Así pasaron días y días con el mismo resultado.
Loro ya estaba cansado de la pesada de Cloe y, aunque la comida que le llevaba le iba muy bien, decidió dar por acabado el curso y emprender el vuelo, ya que daba por imposible el que Cloe acabara diciendo bien una sola palabra, así que le dijo:
- El curso ya ha terminado, ahora depende de ti hacerte entender, así que vete practicando con los humanos. Y cuídate la voz que te noto algo afónica.
Dicho esto, marchó volando para no volver.
Cloe estaba muy contenta y se dispuso a hacerse entender, se acercó donde comían los humanos y comenzó:
- “cook cok kooo kook cloo”
Uno le echó una miga de pan, que se comió muy satisfecha. No era un saltamontes pero ya era un avance. Se dijo:
- Aún no me entienden bien, puede que no diga correctamente la palabra “saltamontes”, pero sí han entendido que les pedía de comer. Tendré que practicar mucho más.
Así, cada vez que veía a un humano, ya estaba allí con su:
- “cook cok kooo kook cloo”
y alguno le daba algo de comer, pero nunca saltamontes y otros se la quitaban de encima.
Finalmente, se puso tan pesada y andaba tanto entre los pies, que acabaron teniendo que encerrarla en una jaula ponedero para que no importunara.
Así pasaron tantos meses encerrada en aquella prisión, comiendo pienso y poniendo, que cuando la soltaron ya no se acordaba de por qué estaba allí y, en su pequeño cerebro, sólo rondaba una idea, de momento.
- ¿Será tiempo de saltamontes?




¿Lo logrará?

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