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jueves, 18 de febrero de 2016

I.- Cloe quiere... nadar

Hoy comienzo a publicar aquí, aunque lo iré dosificando para que dure, una serie a la que he llamado CLOE QUIERE... en el que se relatan las aventuras y desventuras de una gallina inquieta y emprendedora. Cada relato pretende aportar alguna enseñanza, aunque creo que el que más ha aprendido con todo ésto he sido yo al escribirlo. 
Otro día "Cloe quiere... volar"




CLOE QUIERE...  NADAR

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final

Cloe se encontraba escarbando en el huerto, comiendo lombrices, gusanitos, escarabajos, toda clase de bichos y algún grano que otro. Prefería hacerlo en el montón de estiércol que tenían en la granja para abonar los sembrados y a la que llamaba la Montaña de Basura; porque allí se criaba, al calorcillo de la fermentación, mucha más cantidad de bichos comestibles, más gordos y se encontraban algunos granos de los que caían de los pesebres.
Cuando regresaba al corral y pasaba junto a la laguna, vio a un pato nadando tranquilamente y zambulléndose para pescar moluscos, alevines o renacuajos. Se quedó mirando y tuvo una idea – sólo una porque su pequeño cerebro no daba para más – y se dijo:
- Si tengo dos patas, plumas, pico y pongo huevos ¿por qué no voy a poder nadar yo también?
Se acercó poco a poco al agua y metió una pata, estaba fría pero no mucho, y sin pensárselo más – no hubiera sido capaz – se tiró al agua y se comenzó a hundir. Gritaba kooook, kooook, porque se estaba ahogando.
Suerte tuvo que por allí estaba Woffe el perro y la oyó cacarear, se tiró al agua, la cogió por una pata con los dientes y la sacó a tierra firme.
Cloe se sacudió como pudo, pero volvió a mojarse bien mojada cuando Woffe se sacudió como suelen hacerlo los perros, le dio las gracias por salvarla y se quedó allí al sol hasta secarse. Pero aquella idea no se le iba de la cabeza, aunque tampoco habría sitio para otra idea más.
Decidió consultarlo con el animal que creía más inteligente de la granja, la vaca Muuriel, que siempre estaba rumiando y rumiando, y le preguntó:
- Muu, - que es como la llamaban los amigos -¿Cómo es que yo me hundo en el agua y el pato no?
- Porque el pato tiene una grasa que le impermeabiliza las plumas, y a ti se te mojan. Pero no pienses en ser algo diferente de lo que eres, acéptate como gallina que eres y no pretendas ser pato.
Pero Cloe, desoyendo el sabio consejo de Muuriel, siguió con aquella única idea que le llenaba la cabeza y ocupaba todo su pensamiento.
Un día que andaba persiguiendo saltamontes, vino a dar debajo del tractor de la granja y vio que perdía aceite, debajo había un charco de aquel negruzco aceite de motor. No se lo pensó dos veces, porque no era capaz de ello, y se revolcó sobre el charco, embadurnándose las plumas y quedando con un penoso aspecto.
Se encaminó a la laguna y se echó al agua comprobando con alegría que flotaba; pero al poco, como no tenía las patas palmeadas que le ayudaran a nadar y mantener la verticalidad, comenzó a balancearse a un lado y a otro como un tentetieso, hasta que dio la vuelta de campana y se quedó sumergida patas arriba.
Suerte tuvo Cloe que Wolfe había estado viendo, muy divertido, toda la escena y se lanzó en su auxilio, la agarró con los dientes de una pata cuando ya se estaba ahogando y la sacó medio muerta. Woffe tuvo que escupir con asco porque se le había ensuciado la lengua con la grasa del tractor. Tardarían días hasta que a Cloe se le fuera aquella asquerosidad de las plumas. Comenzó a recuperarse, y le ayudó la ducha que le propinó Woffe al centrifugarse como suelen hacer los perros.
Se quedó mirando a su salvador y una nueva idea vino a reemplazar a la que tenía en su minúsculo cerebro.
- ¡Cómo me gustaría ser perro!



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