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martes, 2 de junio de 2015

Pan con nueces

Si alguien no lo ha probado, le aconsejo que lo haga. Del mismo modo el pan y melón. Son cosas que le gustaban a mi madre



PAN CON NUECES

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final



En un país muy lejano había una condesa muy rica que tenía el capricho de comer sólo tuétano de buey y lenguas de colibrí; cualquier otro alimento le causaba repugnancia y rechazo, por lo que poco a poco iba esquilmando los bienes que había heredado de sus padres. 
Se gastó sus joyas en pagar a los cazadores que le cazaban los colibríes, acabó con todos sus bueyes, incluidos los de labranza, por lo que sus tierras quedaron yermas y acabó quedándose en la más absoluta miseria. 
Iba vagando sin rumbo fijo por un camino con un hatillo a cuestas en que llevaba sus escasas pertenencias y, cansada, se sentó a la sombra de un árbol junto al camino.
Al rato llegó un pastor que tenía por allí cerca su rebaño y se sentó también a la sombra para merendar; sacó del zurrón su bota de vino y echó un trago, luego un puñado de nueces, las cascó con una piedra y cortó una rebanada de  pan de una hogaza que llevaba. 
Reparando en la presencia de la condesa, que parecía una mendiga harapienta y sucia, le ofreció parte de su merienda pero ella la rechazó; su delicado estómago no estaba habituado a alimentos tan plebeyos.
El pastor comenzó a dar buena cuenta del pan y las nueces con tan buena gana y se le veía disfrutar tanto de la merienda que a la condesa le comenzó a dar envidia y, además, el hambre que llevaba le removía las tripas; se le quedó mirando comer, boquiabierta, y la boca se le hacía agua.
El pastor, al verla de esta guisa, le tendió unas nueces y un trozo de pan, y ella no pudo resistirse ya al rugido del hambre que subía desde lo más profundo y cogió lo que le ofrecía.
Poco a poco, casi con miedo, se llevó un trocito de pan y un trozo de nuez a la boca y comenzó a masticar y, tan pronto lo hubo probado se llenó la boca con el resto de pan y nueces que tenía en las manos devorando todo en un santiamén.
-¡Nunca había probado un manjar tan delicioso!  ¡Ay! ¡Si lo hubiera sabido antes no me vería como me veo!.

Muchas veces la cosa más sencilla y humilde resulta mejor que  las cosas lujosas y costosas que, generalmente, se prefieren más por su precio que por su valor.

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