PÁGINAS RECOMENDADAS

miércoles, 13 de mayo de 2015

Pag, Peg, Pig (los tres cerditos)


En este "trascuento" en torno a "los tres cerditos", váis a encontrar una escena relacionada con una película. Supongo que no tendré que dar más datos.


PAG, PEG, PIG

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


Mamá Peggy estaba más que harta, tenía tres hijos de la misma camada que no había manera de que se emanciparan. Había camadas posteriores que ya habían emprendido el vuelo por su cuenta hace tiempo, pero con éstos no conseguía que abandonaran el hogar paterno y se independizaran.
Pág, Pég y Píg, que así se llamaban los citados cerditos, ya tenían cinco años y eran lo bastante adultos como para establecerse por su cuenta y procurarse alojamiento y sustento. Sabemos que el cerdo es uno de los animales más inteligentes, así que eso no debería ser un inconveniente, al contrario. ¿O era por eso por lo que querían seguir indefinidamente a la sopa boba? Nunca se sabrá.
No hacía más que servirles de comer y ellos engullían todo lo que se ponía a tiro y exigían más, se estaban poniendo orondos y no hacían ejercicio alguno, cualquier esfuerzo era eludido, salvo Píg que algo colaboraba en las tareas domésticas. A este paso se pondrían tan obesos que serían incapaces de moverse y, antes de que esto ocurriera, Mamá Peggy decidió forzarlos a buscarse la vida como ya lo habían hecho muchos de sus hermanos pequeños. 
Como los sermones y los castigos se habían revelado inoperantes decidió vencerlos con lo que ellos más valoraban, que era la comida.
Acabó por decirles que no podían seguir con aquel sedentarismo y comiendo tal como comían, que debían ponerse a régimen y hacer alguna clase de ejercicio si no querían acabar con un infarto por ateroesclerosis o, lo que es peor, si seguían tan orondos y apetitosos podrían dar lugar a que los humanos se fijaran en ellos y se los llevaran a un lugar desconocido del que nadie volvía, como le pasó a su abuelo y a su padre.
No estuvieron muy conformes con la decisión de su madre, no creían que su salud corriera peligro alguno y, respecto a que se los llevaran los humanos, incluso despertó su curiosidad sobre cómo sería aquel lugar desconocido para que los que iban no quisieran regresar, pero Mamá Peggy había tomado una decisión y la llevaría hasta sus últimas consecuencias.
A partir de entonces el menú se redujo en cantidad y, en cuanto a calidad, desaparecieron los granos, las frutas y los tubérculos y se reemplazaron por grandes cantidades de alfalfa y otras cosas verdes.
Ellos sabían que en la huerta y en el granero había comestibles de los buenos; así que, venciendo su habitual indolencia y con un esfuerzo sobrecérdico, se las iban ingeniando para hincar el diente a alguna que otra cosa más consistente. De todos modos la dieta iba haciendo efecto porque lo que comían subrepticiamente lo quemaban en sus esfuerzos y trabajos para saltarse la dieta.
Al cabo del tiempo estaban más esbeltos, si la esbeltez es algo compatible con la raza porcina, más ágiles y habían aprendido a agenciarse la comida gracias a su propio esfuerzo e ingenio. En ese momento Mamá Peggy echó el cierre a las despensas y graneros y se acabaron las incursiones de aquellos tres glotones. Comenzaron a pasar verdadera hambre y echar de menos el grano, las patatas, las frutas,... 
Ese fue el momento en que su madre les insistió de nuevo para que se echaran por esos mundos y se establecieran por su cuenta, les preparó un hatillo a cada uno con unas manzanas, unas patatas y una bolsa de cebada y los despidió con dos besos, pero con firmeza, y ellos no tuvieron más remedio que emprender el camino hacia un incierto futuro.
Mamá Peggy se habría quedado con Píg porque era el único dispuesto a colaborar y era muy trabajador, pero la edad de emanciparse hacía años que se les había pasado y, además, no quería hacer discriminaciones ni favoritismos entre sus hijos.
Así tenemos a los protagonistas de esta historia vagando por esos caminos, descubriendo unos manjares que nunca habían probado y que pasarían a ser sus bocados favoritos, las bellotas y las trufas. 
Un buen día se encontraron un rebaño de ovejas guardado por un pastor que, recostado en una gruesa encina, tocaba una sencilla flauta de caña. Decidieron esperar a que marchara para atiborrarse con la bellotas que tapizaban el suelo al pie de la encina y, cuando lo vieron marchar camino del río a echar un trago de agua, se acercaron y comenzaron a comer con ansia sin darse cuenta de que otro cerdito les miraba escondido entre las ovejas. Cuando los vio enfrascados en la comida se acercó a ellos y les dijo.
- Hola, yo soy Babe y soy un cerdo pastor, ¿Qué hacéis por aquí?
Le respondió Píg.
- ¿Un cerdo pastor? ¡Qué raro!, pero si tú lo dices te creeré.
- Si, un cerdo pastor y me sé el lenguaje de las ovejas, por eso me hacen caso.
- Pues nosotros somos tres hermanos que estamos buscando un sitio donde vivir, ¿No podrías colocarnos tú también de cerdos pastores?
- No creo que los amos necesiten más pastores, ya tienen perros ovejeros aunque a veces me dejan a solas con el rebaño. Pero si lo que queréis es estableceros por aquí, os recomiendo que os vayáis lo más lejos posible porque por aquí anda un lobo con pinta de hambriento y que ya he tenido que espantar alguna que otra vez, pero siempre vuelve.
Los cerditos, una vez saciados, reanudaron el camino pero, después de la comilona, hartos y cansados, desoyeron el consejo de Babe y decidieron establecerse en un valle próximo en el que había grandes encinas y nunca les faltarían las provisiones. 
Decidieron hacerse allí tres casitas, y lo hicieron así porque Píg quería hacerla de piedra y ladrillo pero los otros no querían trabajar tanto, y Pág tampoco tenía muchas ganas de ayudar a su otro hermano porque hacer una casa de tablas y ramas le parecía muy cansado. De modo que cada cual se espabiló para hacerse su propia casa y sólo se encontraban a la hora de comer bajo las encinas.
Pág terminó primero y se dedicó a holgazanear, se pasaba el día comiendo y durmiendo y comenzó a engordar, lo mismo le pasó a Pég, mientras que Píg trabajaba de sol a sol en su casa y sólo se detenía para comer y lo justo para dormir unas horas.
Pasó el tiempo y lo que sigue ya lo conocemos todos porque nos lo han contado, así que me ceñiré a relatar lo que sucedió después de que el lobo pusiera pies en polvorosa. Aunque hay una cosa que no acabo de explicarme y es ¿Cómo pudieron escapar Pág y Pég huyendo del lobo con lo gordos y desentrenados que estaban?.
Finalmente Pág y Pég se habían quedado sin casa y, después de la experiencia pasada renunciaron a reconstruir sus endebles casitas, así que propusieron a su hermano quedarse a vivir con él y, como además de trabajador tenía muy buen corazón, les cedió dos habitaciones que había construido de más, intuyendo lo que iba a pasar.
Hay quien dice que les alquiló las habitaciones con derecho a cocina por dos sacos de bellotas de renta cada uno. No se sabe si eso es cierto, pero pienso que a aquellos gandules no les habría ido nada mal trabajar un poco.



Pero, como en todas las cosas, es conveniente conocer también la versión de El Lobo a fin de hacerse una idea del todo y saber juzgar. Por eso os recomiendo visitar:
EL LOBO FEROZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se admiten comentarios incluso anónimamente. Lo único es que no se publicarán hasta su filtrado para evitar cosas indeseables para todos.