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sábado, 25 de abril de 2015

El tonto que echó la harina a volar

Otro cuento de tradición oral, un poco asquerosito en ciertos momentos, pero así era como nos lo contaban y no he querido alterarlo.



EL TONTO QUE ECHÓ LA HARINA A VOLAR


Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie


Había una vez una madre viuda y muy pobre que tenía un hijo más tonto que Pichote. Un día le dijo al hijo 
- Toma este saco de trigo, lo llevas al molino que lo muela y me traes la harina, pero no te entretengas por el camino, me la traes volando. Y no dejes que te engañe el molinero, que salga mucha.  
El hijo va hacia el molino  repitiendo la cantilena 
- Que salga mucha, que salga mucha
En esto que por el camino encuentra a unos arrieros con las caballerías cargadas de tinajas de aceite y una de ellas estaba agujereada y perdía la carga; el tonto iba diciendo
- Que salga mucha, que salga mucha
Los arrieros se enfadaron mucho y le dieron unos latigazos, diciéndole que dejara de decir aquello
- Y entonces ¿qué debo decir?
- Que no salga ninguno
Siguió el camino repitiendo
- Que no salga ninguno, que no salga ninguno
Al pasar el vado del río se encuentra con otros arrieros a los que se les habían atascado los mulos en el fango y no podían salir. Mientras que los arrieros golpeaban a los animales, enmedio de una sarta de reniegos, consiguiendo que saliera uno de ellos pero no el otro, él pasó al lado repitiendo aquello de
- Que no salga ninguno, que no salga ninguno
Los arrieros le atizaron unos buenos garrotazos
- ¿Cómo que no salga ninguno? ¡toma! ¡toma!
- ¡Ay! ¡ay! entonces ¿qué debo decir?
- Que por donde salió el uno, que salga el otro
Llega al molino repitiendo aquello de
- Que por donde salió el uno, que salga el otro 
Y resulta que el molinero, que era tuerto, al oír aquello la emprendió a bofetadas con él diciendo
-¿Cómo que por donde salió uno que salga el otro? ¡toma! ¡toma!
- ¡Ay! ¡ay! entonces ¿qué debo decir?
- ¡Nada! ¡no digas nada y estate quietecito mientras muelo!
El molinero echó el trigo en la tolva puso en marcha la piedra y después de recoger la harina ya molida y quedarse con su parte y el salvado en concepto de maquila le entregó el saco al tonto.
Con el saco a cuestas va éste y subiéndose al cerro más alto, la echa a volar.
Al  llegar a casa pregunta:
- Madre, ¿ha llegao la harina? , hace rato que la he echao a volar 
y la madre desesperada le dice 
- Inútil, más que inútil, no te puedo encargar nada, ahora tendremos que ir a buscar otro saco de trigo; ¡anda! echa la puerta y ven conmigo.   
El tonto, en lugar de echar el cierre de la puerta se la echó al hombro y se fue detrás. 
Por el camino se les hizo de noche y para evitar los lobos y otras alimañas se subieron para dormir a un árbol frondoso que había, y el tonto con la puerta a cuestas.
Cuando estaban arriba oyeron pasos y voces y escuchando se dan cuenta de que eran unos ladrones que últimamente estaban saqueando toda la comarca, que habían acampado al pie del árbol y se disponían a hacer la cena.
Ponen la sartén al fuego y se dan cuenta de que no tienen aceite 
- ¿Y ahora, sin aceite,  qué vamos a hacer?, dice el cocinero, 
- Pues freímos unos huevos, dice el jefe.
En esto que al tonto le entran ganas de orinar y se lo dice a su madre, y ésta le dice 
Bueno, pero hazlo muy despacico que nos pueden oír.
Se pone a mear despacio, despacico y comienza a caer en la sartén vacía. 
Dice el ladrón que tenía la sartén  
- ¡Qué buen aceitico nos manda Dios ¿y si echamos a guisar unos choricicos?     
- Si no tenemos, dice el jefe
En eso que el tonto dice a su madre
- Madre, que tengo ganas de cagar
- Pero hazlo despacico, despacico, que no nos sientan
Se baja los pantalones y se pone a cagar y cae en la sartén, y el ladrón dice
- ¡Qué buenos choricicos nos manda Dios!
Los ladrones, mientras se hacía la cena, estaban tan contentos contando y repartiendo lo robado,
- Esto pa ti, esto pa mi, esto pa ti, esto pa mi…
Pero al intentar atarse los pantalones, con tanto ajetreo, al tonto se le escapó la puerta que cayó al suelo con tal estruendo que los ladrones salieron huyendo despavoridos.
Así que la madre y el tonto bajaron del árbol a recoger las joyas y los dineros que los ladrones con las prisas se habían dejado.
Los ladrones, después de un rato, pararon en su huida  y dijo el jefe:
- Nos hemos dejado todo el botín por el suelo y alguien nos lo puede coger, hay que asegurarse de que no hay peligro y volver a por él
Y dirigiéndose a uno de los de la cuadrilla le ordena:
- Irás tú a ver qué pasa; si están los guardias o hay algún peligro haz ruido para que podamos salir huyendo.
Cuando llegó el ladrón, la madre y el hijo se habían escondido detrás del tronco del árbol y el ladrón, que tenía mucha hambre, le dio un tiento a la cena que se había quedado en la sartén.  
En esto sale la madre y le dice:
- Tienes algo en la lengua, deja que te la limpie
el ladrón sacó la lengua y ella de un tajo de navaja se la cortó, él salió corriendo y gritando mientras sangraba abundantemente 
- ¡Blu blu blu blu!
y los compañeros al oír los gritos salieron huyendo despavoridos y ya no volvieron nunca más.
 La madre y el tonto regresaron a su casa con el botín, pusieron una puerta nueva y, desde entonces,  vivieron felices y sin apuros económicos para siempre. 




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