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sábado, 11 de abril de 2015

El medio pollico


Otro cuento de tradición oral que, de niño, me contaban al amor de la lumbre y que he podido reconstruir (espero que con buena fortuna)
 La verdad es que de niño no te planteas cómo es posible que quepan tantas cosas en el culico de un medio pollico, ni que siga vivo. Y de mayor es mejor dejarlo estar como está y no planteárselo. Aunque la duda te asalta, especialmente cuando intentas rellenar un pollo para hacerlo al horno y te sobra relleno. 

Puede escucharse mientras  
 se sigue el texto en el 
vídeo que figura al pie

EL MEDIO POLLICO


Había una vez en un pueblo muy pequeño unas vecinas que decidieron echar una llueca a medias y repartirse luego los pollitos. Una puso la gallina y la otra los huevos; pero con tan mala fortuna que todos los huevos, menos uno, resultaron hueros y el problema era cómo hacer el reparto.  Acudiendo a una solución salomónica decidieron partir el pollico en dos, medio para cada una, y así lo hicieron.
Una de ellas dio buena cuenta de sus ganancias, invirtiendo sus menguados beneficios en cocinar un arroz con pollo, pero la otra lo dejó suelto por el corral y así fue creciendo.
Un buen día, el medio pollico se encontraba en el basurero escarbando como de costumbre y, de pronto, se encontró una moneda de oro; la miró, le sacó brillo y se la quedó mirando entusiasmado por su hallazgo. 
Pasaba por aquel lugar el Príncipe de aquel reino y, viendo al medio pollico con la moneda de oro, le dijo 
–Si me das esa moneda te invito a merendar pan con queso en palacio.
El medio pollico le entregó la moneda y se dispuso a hacer el largo camino que llevaba desde la granja al palacio.
Iba caminando, caminando, cuando se encontró con una zorra que le dijo:  
-¿dónde vas medio pollico?  
-voy a palacio que el Príncipe me ha invitado a merendar pan con queso 
-¿me dejas que vaya contigo? 
-Si; da media vuelta y métete en mi culico
 y así lo hizo la zorra.
Más adelante se encontró un arriero con una recua de caballerías cargadas con tinajas y le preguntó; 
 -¿dónde vas medio pollico?  
-voy a palacio que el Príncipe me ha invitado a merendar pan con queso 
-¿me dejas que vaya contigo? 
 -Si; da media vuelta y métete en mi culico  
y así lo hicieron arriero y reata.
Cuando llegó al río que había de cruzar para llegar a palacio, éste le preguntó;  
-¿dónde vas medio pollico?
-voy a palacio que el Príncipe me ha invitado a merendar pan con queso 
-¿me dejas que vaya contigo? 
 -Si; da media vuelta y métete en mi culico,
 el río hizo lo que le había dicho y así el medio pollico pudo atravesar a pie enjuto y llegar a palacio.
Cuando llegó a palacio preguntó por el Príncipe y expuso el motivo de su visita. Los guardias fueron a informar al Príncipe y éste dijo 
–Éste se cree que lo voy a invitar a merendar, llevadlo al gallinero y dejadlo allí,  
y así lo hicieron.
En el gallinero los gallos se acercaron amenazantes con intención de atacarlo y el medio pollico dijo 
–zorra sal, que hay que matar
y la zorra, saliendo de su culico dio buena cuenta de gallos y gallinas, se dio un buen festín y se marchó tan campante.
Al día siguiente cuando vieron al medio pollico picoteando en el gallinero y todo el gallinero arrasado fueron a informar al Príncipe y éste dijo; 
-metedlo en una tinaja de aceite y que se ahogue 
y así lo hicieron bajándolo a la bodega y en una de las muchas tinajas de aceite que tenían almacenadas lo zambulleron y poniendo la tapa lo dejaron.
El medio pollico, al ver que se hundía, gritó 
–arriero sal, que hay que cargar, 
salió el arriero y con sus caballerías fue vaciando todas las tinajas de aceite dejó al palacio sin una gota, y se marchó tan satisfecho con su carga.
Al día siguiente cuando bajaron a la bodega y vieron lo que había pasado y que el medio pollico estaba tan telendo fueron corriendo a decírselo al Príncipe, éste dijo  
–ya estoy harto de ese medio pollico, metedlo al horno y me lo comeré asado.  
Encendieron el horno, metieron al medio pollico y cerraron la puerta. En menos que canta un gallo el medio pollico dijo 
–río sal, que hay que apagar
el río salió, apagó el horno y además, de paso en su camino a su cauce natural, se llevó medio palacio. 
El Príncipe tuvo que admitir que las promesas deben cumplirse si no quieres tener problemas y no tuvo más remedio que dar su pan con queso al medio pollico que disfrutó mucho con aquella merienda.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Corre sillas, corre coches, buenos días y buenas noches.




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