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domingo, 22 de marzo de 2015

Lo que dijo la calabaza


Este trascuento sobre Cenicienta nos muestra lo que sucedió después con los personajes más ignorados del cuento, que esta vez se convierten en  los protagonistas


LO QUE DIJO LA CALABAZA

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final

En las cuadras de Palacio se escuchaba un agudo chirrido, algo así como música ratonera penetrante y estridente. Al fondo de la caballeriza, de pie sobre una caja de frutas vacía y con un corazón de manzana a medio comer en la mano, un ratoncillo orondo como una bola de billar y de largos bigotes estaba diciendo:
-No puede ser y no puede ser, esta es la cuestión ¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar los ataques de ese felino malcriado? ¿O debemos tomar ya medidas y, armándonos de valor, plantarle cara?
-Sabes muy bien que la idea de ponerle un cascabel no sirvió de nada.
-¡Claro! como que te rajaste y no tuviste valor para ponérselo
-¿Y por qué no se lo ponías tú, valiente?
-Porque yo como estoy algo fondón, aunque no gordo, tengo poco fondo y me cazaría enseguida, en cambio tú que estás ligero y ágil seguramente habrías podido hacerlo, pero tuviste miedo.
-¡Toma! ¿Y quién no? Pero ahora ya urge ir pensando alguna cosa, porque se está poniendo muy pesado, y si ya nos fastidiaba bastante en casa de la madrastra, aquí en el Palacio se cree el príncipe de las caballerizas y no para.
-Deberíamos convocar una reunión con nuestros hermanos y estrujarnos todos el coco a ver si encontramos una solución.
-Ahora mismo les voy a avisar, ¿Qué te parece si quedamos junto a la Gran Calabaza?
-Muy bien, yo voy a buscar un trozo de queso para ir picando algo por si la reunión se alarga.
Más tarde, junto a la Gran Calabaza, se encontraban cuatro ratones y el orondo estaba dando buena cuenta de un hermoso trozo de queso
-Bueno, a ver por qué nos habéis hecho venir aquí - dijo uno de los recién llegados - Sincola y yo hemos tenido que dejar el periódico de hoy a medio roer.
-Es cierto lo que dice Bigotes, y así nadie puede asimilar bien lo que pasa por esos mundos de Dios.
El ratón más delgado, en vista de que el otro tenía la boca llena, dijo:
-No creo que tenga que explicaros lo pesado que se ha vuelto Maldito Gato y creemos que ha llegado la hora de que nos libremos de él o le demos una buena lección
-¡Me lo vas a contar a mi! - dijo Sincola - A él le debo mi nombre
La Gran Calabaza no dijo nada
Bigotes se encaró con el más gordo, que seguía royendo impasible su queso, y dijo:
-En parte la culpa la tienes tú, Albóndiga. Ya nos perseguía antes en casa de la madrastra, pero desde que, siendo caballo, le arreaste un par de coces está de un humor que no hay quien lo aguante
-Pues si volviera a ser caballo – replicó Albóndiga dejando de roer - lo volvería a patear
El ratón más delgado, al que a partir de ahora le llamaremos por su nombre, tuvo una brillante idea:
-¡Eso es! ¿por qué no volvemos a ser caballos y le escarmentamos de una vez?
-¡Muy listo Fideo!- dijo Albóndiga - A ver si te crees que es tan fácil
-Sólo hay que encontrar al Hada Madrina y pedírselo
-¿Y tú sabes dónde encontrarla? ¿Cómo iríamos? ¿Nos haría caso? - dijeron los otros tres ratones
-Pues seguro que el caballo o el perro saben donde está - contestó Fideo - ¿por qué no los invitamos a la reunión?
-¿Por qué no vas tú a avisar a Hiirrz y a Rastro?, mientras tanto nosotros seguiremos esperando aquí que yo tengo aún una cosa entre manos que resolver - dijo Albóndiga llevándose el queso a la boca.
Fideo se encaminó a la zona de las caballerizas en donde residía Hiirrz, que en ese momento estaba saboreando un manojo de alfalfa tierna y que, ensimismado en la masticación, no reparó en la llegada de su pequeño amigo. Para hacerse notar trepó al pesebre, justo delante de los belfos del caballo con el riesgo de ser engullido junto con otro haz de alfalfa, suerte que aún estaba masticando el anterior. Al verlo, Hiirrz agitó indolentemente las crines y, dando un resoplido que casi hace caer a Fideo del pesebre, dijo
-Me alegro de verte, hacía mucho tiempo que no venías a visitarme, ¿Qué te traes por aquí?
-Verás; resulta que hemos convocado una reunión junto a la Gran Calabaza y quisiéramos que estuvieras presente
-Me parece muy bien, aunque habrá de ser más tarde, porque pensaba salir a dar unos trotes. Por el colesterol ¿entiendes?
-Bien pero no tardes mucho, puedes trotar mientras voy a buscar a Rastro
Se despidieron y Fideo siguió en busca del perro que, a buen seguro, estaría haciendo una siesta como de costumbre.
Acabó encontrándolo dormido en el pajar sobre un mullido lecho de heno, enroscado mientras hacía unos pequeños gañidos y se agitaba inquieto.
Fideo le tiró de la oreja hasta que consiguió despertarlo y, una vez despierto, le dijo al amigo ratón con un suspiro de alivio
-Gracias por despertarme, tenía una pesadilla horrible. Resulta que Maldito Gato estaba afilándose sus garras en mi lomo y yo estaba impotente, paralizado, sin poder hacer movimiento alguno. ¡Qué horrible!, ¡Gracias! Y a todo esto... ¿Qué vienes a hacer aquí? Si vienes para que busque alguna pista no voy a poder ayudarte, tengo el olfato fuera de servicio ¡La sinusitis me está matando!
Dicho esto dio un fuerte estornudo que salpicó todo a su alrededor, suerte que Fideo dio un salto y se apartó de la línea de tiro.
-No, no hace falta seguir ninguna pista, vengo a avisarte para que te unas a todos en una reunión que tenemos convocada junto a la Gran Calabaza.
-¿Y no podría ser más tarde? Porque ahora pensaba enroscarme otra vez a ver si puedo reanudar el sueño y atrapar de una vez a Maldito Gato.
-De eso trata la reunión, de hacer algo al respecto, o sea que sacúdete la modorra y acompáñame que ya deben estar todos allí.
Rastro volvió a estornudar, pero esta vez de nada le sirvió a Fideo saltar y la perdigonada le dio de lleno; por lo que, antes de marchar, se tuvo que revolcar un rato sobre la paja para secarse
Cuando se encontraron todos junto a la Gran Calabaza, se saludaron efusivamente, menos la Gran Calabaza que no dijo nada.
Albóndiga expuso el orden del día y preguntó a Hiirrz y a Rastro si sabían dónde estaba el Hada Madrina y si todos estarían dispuestos a someterse de nuevo al encantamiento.
-Yo no sé donde está el Hada Madrina - dijo Hiirrz - pero si lo supiera os podría llevar a todos. Por otra parte sí que me hace ilusión volver a ser cochero, que otros me lleven y poder usar el látigo en lugar de sufrirlo en mi lomo, así como librarme del bocado y los acicates. ¿Tú qué opinas, Rastro?.
-Pues a mi también me gustaría ser de nuevo lacayo, dormir en buena cama, no comer más sobras, ir subido en el pescante en lugar de perseguir carruajes... sí, sí que me gustaría. Pero si tuviera que buscar ahora el paradero del Hada Madrina me sería imposible, ¡Esta sinusitis!.
La decepción se pintó en todos los rostros, salvo en la Gran Calabaza, que siguió tan inexpresiva como siempre.
-Nuestro gozo en un pozo se lamentó Albóndiga - yo ya me estaba haciendo ilusiones...
-¡Espera! - le interrumpió Rastro - he dicho que si tuviera que buscarla ahora no podría, pero hace meses que lo hice y sé donde vive, sé muy bien el camino. Tiene una casa junto a la Fuente Cantarina, en el centro del Bosque Blanco.
La alegría se desbordó en aquel cónclave, tanto que hasta les pareció ver que la Gran Calabaza daba muestras de regocijo y pensaron que debía hacerle ilusión convertirse en una esplendida carroza, pero aún así ella no dijo nada.
Pasado el primer momento de algazara, planificaron el viaje. La distancia no era mucha, pero se suponía que el terreno podría ser accidentado, cosa que no preocupó demasiado a Hiirrz.
Albóndiga decidió echar provisiones por si la cosa se alargaba más de cuatro horas y se agenció un gran trozo de queso manchego bien curado.
Quedaron en partir al día siguiente, a la hora en que Hiirrz salía a dar su paseo matutino, tras el desayuno, cosa que Albóndiga aplaudió entusiásticamente.
Aquella noche todos durmieron, como Rastro, un poco inquietos; especialmente Albóndiga, que ya se veía coceando a Maldito Gato, y todos se despertaron bien temprano.
Albóndiga desayunó copiosamente, como si tuviera que almacenar calorías para unos días, cosa que todos encontraron de lo más normal.
Fideo dio dos lametones a un hueso de jamón que rondaba por las caballerizas y que aún no había sido descubierto por Rastro a causa de su sinusitis.
Bigotes y Sincola devoraron buena parte del Diario de la Mañana, especialmente la sección de Deportes para almacenar energía.
Hiirrz tomó una buena ración de heno fresco con un gran tazón de cereal, y Rastro dejó brillante la escudilla llena de sobras del Banquete Real de la noche anterior.
La Gran Calabaza parecía inapetente y no desayunó nada; todos pensaron que pudiera deberse a la impaciencia por emprender el viaje, pero nunca llegó a admitirlo.
Los ratones terciaron un serón sobre el lomo de Hiirrz, poniendo a un lado la Gran Calabaza y en el lado contrario se encaramaron ellos; pero el peso estaba desequilibrado, cayendo el serón al suelo con calabaza y ratones, la pobre calabaza estuvo a punto de partirse la crisma.
Finalmente lastraron con piedras para equilibrar el peso y emprendieron el camino; Rastro en primer lugar señalizando el camino, seguido de Hiirrz que cargaba con el resto de la expedición.
No habían recorrido mucho trecho cuando ante ellos apareció el borde del bosque que reverberaba al sol matinal. Tanto los árboles como el matorral eran de un blanco esplendente y no por que carecieran de clorofila, porque si se miraba muy de cerca se podía apreciar el verde de las hojas, oculto por una capa de una extraña y sedosa pelusilla blanca. Daba la impresión de que las nieves perpetuas se hubieran adueñado de aquel lugar y pensaron que las sendas serían intransitables por la nieve, pero no había nieve y el arbolado estaba repartido de tal manera que quedaban amplios espacios de paso entre la espesura, como si los árboles se hubieran plantado ex profeso formando una amplia avenida festoneada de blanco.
Penetraron en el bosque sin más dificultades; Rastro guiaba en dirección al corazón del mismo, mientras tanto Albóndiga, que ya estaba impaciente y hambriento como de costumbre, comenzó a roer compulsivamente el queso como si ya llevaran horas de camino.
No habían pasado más de dos horas desde que se internaron en el bosque, cuando se toparon de manos a boca con la casa del Hada; no es extraño puesto que la casa era también blanca y quedaba mimetizada entre la vegetación.
Al acercarse escucharon una alegre música que el agua cantarina de la fuente producía con cada gota y con cada borbotón, y aquel rincón les pareció lo más bello del mundo.
Con grandes precauciones se aproximaron a la casa; no querían importunar al Hada y que ésta, enfadada, no se aviniera a repetir el hechizo, pero cuando ya estaban cerca de la puerta salió porque había oído los cascos de Hiirrz sobre la gravilla del sendero.
- ¿Qué os trae por estos lugares?
- Señora - dijo Rastro – disculpe por nuestra intromisión pero hemos venido a pediros un favor
- Y ¿qué es ello?
Albóndiga la puso al corriente de lo que pasaba en las cuadras de Palacio para, acto seguido, rogarle que les echara de nuevo su hechizo; aquél que permitió a Cenicienta conocer al Príncipe.
- Esto es muy delicado -respondió el Hada- debéis estar muy seguros de lo que queréis; pensad que la otra vez sólo fueron unas pocas horas y que estos hechizos sin hora de finalización a veces no pueden deshacerse a voluntad y puede que acabéis arrepintiéndoos del paso dado.
- No, no, estamos muy seguros de lo que queremos - dijeron todos al unísono, salvo la Gran Calabaza.
El Hada entró en la casa a buscar su varita mágica; no es que hiciera falta pero había que darle toda la solemnidad requerida a la "mise en place".
- Como sé que acabaréis cambiando de opinión - dijo sonriendo el Hada - y seguro que volveréis aquí a importunarme con el ruego de que deshaga lo que ahora me pedís tan convencidos, os voy a formular un encantamiento que se deshará por si mismo tan pronto hayáis aprendido la lección y, absolutamente todos, lo deseéis.
Agitó la varita y, tras pronunciar unas palabras ininteligibles, gritó bien fuerte
- ¡Sea!
Y en ese momento la calabaza se convirtió en una elegante carroza, los ratones en caballos, el caballo en cochero y el perro en lacayo.
Tras emparejar el cochero el tiro de los cuatro caballos de la mejor manera posible, cosa harto difícil si tenemos en cuenta que tanto Albóndiga como Fideo se habían convertido en caballos pero conservando sus peculiaridades físicas, se despidieron del Hada y emprendieron el viaje de regreso y, de paso, a una nueva vida.
En pocos días, Maldito Gato dejó de aparecer por las cuadras por varias y poderosas razones:
a) Los relinchos y coces de los caballos cada vez que aparecía por las caballerizas
b) Los gritos y latigazos del cochero
c) Los juramentos y pedradas del lacayo
d) La carroza no dijo nada, pero cuando se acercaba el gato, las ballestas crujían amenazadoras y un día hasta llegó a pillarle la cola con una rueda.
e) Pero la causa definitiva de su pérdida de interés en visitar aquel lugar fue la ausencia de ratones a quienes fastidiar.
Los encuentros y reuniones que, con tanta frecuencia, tenían lugar entre todos pasaron a la historia. Si coincidían alguna vez era por motivos de trabajo, sólo se juntaban todos cuando había que hacer algún viaje y generalmente con extraños de por medio, cosa que impedía la comunicación entre ellos; hasta que, transcurrido un tiempo - no mucho - volvemos a encontrar reunidos a nuestros amigos junto a la Gran Calabaza, en esta ocasión Carroza.
-Os he convocado - dijo Hiirrz - porque el Hada tenía razón; más tarde o más temprano nos íbamos a arrepentir de haberle pedido que hiciera el hechizo, al menos yo ya estoy arrepentido y quisiera saber qué opináis vosotros. Yo, de caballo, vivía muy tranquilo, me cepillaban regularmente, no me faltaba nada en mi pesebre y apenas tenía que hacer algún servicio, ya sea tirando de una carroza o llevando a algún jinete. Pero es que ahora mis obligaciones como cochero me tienen ocupado todo el santo día: cuando no estoy conduciendo estoy limpiando, poniendo pienso, arreglando los arreos, sacando brillo a la carroza y ¡Cuidado que no se me quede algún rincón o falte brillo en los dorados! que el rapapolvo que me cae es de órdago. Por otra parte no acabo de acostumbrarme a la comida de los humanos y, de vez en cuando, tengo que pegarle un tiento al pasto fresco o a los cereales y este nuevo estómago mío no acaba de digerirlos bien. Por eso os comunico mi firme deseo de volver a ser como antes y vivir tranquilo en lugar de ir de aquí para allá a uña de caballo. Quiero, en definitiva, que otro se ocupe de cuidarme y alimentarme.
-Dices bien - saltó Rastro - yo también estoy harto de esta vida de humanos, sin horas de descanso ni para una cabezada. Cuando no tengo que ir de pie en el pescante, con lo peligroso que es eso y lo que cansa, me encomiendan infinidad de encargos, llevar recados, transportar paquetes, ... y si no tengo que hacer me mandan a ayudar al jardinero a rastillar hojas y ni tan siquiera puedo desahogarme en algún árbol porque, lo que en un perro se ve normal, en un lacayo resulta escandaloso. Total, que no tengo un momento en todo el día para enroscarme y hacer una siesta. ¡Cuando pienso que antes, como mucho, sólo tenía que hacer de guardián! es decir pegarle cuatro ladridos a cualquier extraño y si se terciaba tirarle algún mordisco a las canillas, ¡Eso cuando me pillaba despierto! Además, en cuanto a la comida, a los criados nos dan unos guisos incomibles donde la carne brilla por su ausencia; suerte que tengo amigos en las cocinas y, antes de que se lo echen a los perros, me apartan algún plato de las sobras del último banquete de Palacio y con eso voy tirando, pero eso es un sinvivir y ya me gustaría volver a mis siestas en el pajar como antes.
Albóndiga piafó un poco, dio dos patadas en el suelo con un casco y dijo
-Creo que no me equivoco mucho si me erijo en portavoz de mis compañeros, porque todos estamos hartos de tanto establo; suerte que alguna vez salimos a trotar algo y nos enganchan la carroza y hacemos algún viaje, pero fuera de eso es una aburrición, todo el día en el pesebre sin tener otra cosa que hacer que pasar todo el día en un pienso, ¡Y que esto lo diga precisamente yo...! Pero donde se ponga un buen queso que se quite el trébol y donde esté la libertad de corretear por todo y colarse por los más pequeños agujeros y rincones, que se quite la estrechez del establo que me da claustrofobia. Cierto es que nos hemos librado de Maldito Gato; pero, bien mirado, también tenía su aliciente, saber que podía aparecer en cualquier momento, porque eso nos mantenía activos y alerta. Por todo eso, y creo no equivocarme porque ya lo tenemos hablado, mis compañeros y yo también deseamos volver a ser lo que fuimos.
Dicho esto se volvió a mirar a todos lados, como esperando ver realizado su deseo y roto el encantamiento, pero seguía siendo un caballo como sus tres compañeros y la carroza seguía siendo carroza.
-¡Claro!, la carroza aún no ha expresado su deseo y debemos estar todos de acuerdo en que se rompa el hechizo.
Todos se quedaron mirando a la carroza, como esperando alguna palabra pero, igual que la Gran Calabaza, no dijo nada que pudiera interpretarse como que se sumaba a sus compañeros.
Cuando todos desesperaban en lograr volver a ser lo que eran se oyó un largo sonido; un leve y agudo chirrido de las ballestas, con lo que la carroza parecía querer decir
-Es extraña la psicología de la especie animal. Todos, con el Hombre en la cúspide de la pirámide, os quejáis de vuestro destino y no sabéis conformaros con lo que realmente sois, que no suele coincidir con lo que queréis ser. Por eso estáis siempre insatisfechos y nunca seréis felices si no sois capaces de asumir y valorar, incluso con entusiasmo, vuestro propio ser individual y único; y eso lo dice un vegetal cuya misión no es simplemente vegetar, sino ser, sin más veleidades, sin deseos de trascendencia ni de cambio, sólo de crecimiento en el ser, tan solo ser, trascendiendo sólo en la inmutabilidad de la existencia. Todo esto se ha producido sin mi consentimiento expreso y, aunque aparentemente he sido transformada en carroza y me han llevado de aquí para allá, nunca he dejado de ser la Gran Calabaza, inmóvil pero consciente, en ese rincón de las cuadras.
¿Por qué creéis que vuestras reuniones y debates se producían indefectiblemente junto a mí? Algo os atraía inconscientemente, ¿Verdad? Pues si, desde siempre he intentado transmitiros algo de la inmutable cordura que la tierra depositó en mí a través de mis raíces y que atesoro en el código secreto y eterno que guardan mis semillas, que algún día volverán a conectarse a la tierra para recibir su legado y crecer en el ser. He tratado de ayudaros a aprender la lección que, como bien dijo el Hada, acabaríais aprendiendo, así que por mi no hay obstáculo a ser lo que erais porque yo nunca lo he dejado de ser pese a las apariencias.
En ese momento y sin luces de colores, ni estrellitas, ni sonidos celestiales, se obró el prodigio y todo volvió a ser como antes había sido.
Hiirrz se encaminó a su pesebre que le aguardaba con la alfalfa y aquella fue para él la más fresca y jugosa que nunca había comido en su vida.
Rastro se retiró a un tranquilo rincón y no tardaron en oírse sus leves gañidos y también comenzó a agitar convulsivamente las patas y la piel del lomo porque, seguramente, en su sueño estaba recuperando el hilo de los sueños perdidos.
Albóndiga salió como una exhalación en dirección a las cocinas, sin importarle nada el riesgo de toparse con Maldito Gato, con la idea de encontrar un buen trozo de queso pues se sentía desfallecer y ya lo echaba de menos.
Fideo se deslizó por un agujerito en la pared de tablones de la cuadra para perderse en las galerías y madrigueras que durante tantos días no había podido visitar.
Bigotes y Sincola se perdieron jugando al pilla pilla, trepando por las paredes, descolgándose de las vigas y buscando un suplemento deportivo del Diario para recuperar la agilidad perdida.

En cuanto a la Gran Calabaza, aquella calabaza que permanecía inmóvil en su rincón, aquella Gran Calabaza que nunca había dicho nada, aquella misma..., pues, finalmente, esta vez..., tampoco dijo nada.




Este trascuento explica lo que pasó después con ciertos personajes de:


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