Hoy tocaban fábulas,
pero no puedo evitar
poneros este cuento que
acabo de escribir,
fruto de la inspiración
en la duermevela
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Las vacaciones del Sol
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al pie
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Cierto día - que nunca llegó a serlo - el Sol no asomó su
redonda y radiante cara por el horizonte, los gallos no cantaron y la oscuridad
siguió siendo dueña del planeta.
¿Qué había pasado?. Pues resulta que el Sol había
decidido tomarse unas vacaciones. Desde hacía sesenta y cinco millones de años solares,
no se había tomado ni un puente ni un fin de semana. Faltaban aún ciento veinte millones de años solares para que se cumpliera su año galáctico en torno a la Vía Láctea, pero ya
necesitaba un descanso. Su única ocupación había sido lanzar llamaradas y
formar manchas solares pero eso era muy aburrido y ese año se le estaba haciendo
demasiado largo.
En La Tierra esto provocó una conmoción. Se tuvieron que
reprogramar los alumbrados urbanos de modo que lucieran las veinticuatro horas;
por lo que, unido al enfriamiento gradual del planeta por falta de sol, el
consumo de electricidad se disparó, dando lugar a cortes y restricciones, hasta
reservar el suministro sólo a los servicios esenciales.
Se agravaba el problema porque las placas solares dejaron
de funcionar. Cuando se alcanzó una temperatura idéntica en toda la superficie, se
convirtió el planeta en una gran isobara, dejó de soplar el viento y las
eólicas no volvieron a girar, quedando con sus largos brazos inertes.
Había dejado de llover y las últimas precipitaciones
habían sido sólo de nieve, hasta que desapareció toda nubosidad. El sol ya no
evaporaba los mares, lagos y ríos, y ya no generaba nuevas nubes.
Al bajar las temperaturas hasta cifras polares, las fuentes
y ríos se fueron congelando y las centrales hidroeléctricas también quedaron
inoperantes. Así que la energía quedaba reducida a las nucleares y térmicas
que, aunque el frío exterior favorecía la mejora de su rendimiento, no daban
abasto a las necesidades de luz y calor en aquel mundo oscuro y frío.
Suerte que todavía se disponía de combustibles fósiles y
gas y aún se podían calentar mínimamente, gracias a estufas de butano y
calderas de gas natural.
Pero algo vino a complicar aún más las cosas, si ello era
posible. A falta de luz solar, las plantas dejaron de hacer la fotosíntesis y
crecer; por lo que, además de escasear los alimentos, no se producía oxígeno y
el dióxido de carbono iba aumentando sensiblemente su concentración. Aunque
esto podía ser positivo porque podía producir un ligero efecto invernadero, se tuvo
que cortar el suministro de gas y prohibir los vehículos a motor y toda
combustión para frenar la conversión del aire en algo irrespirable.
Toda la vida en el planeta estaba al borde de la extinción.
El hambre, el frío y la oscuridad se habían adueñado del planeta entero, hasta
las zonas tropicales y los desiertos más cálidos.
Pero, una mañana – y esta vez sí lo fue – el Sol volvió a
asomar su redonda y brillante cara por el horizonte y su calor se fue haciendo
notar poco a poco.
¡El Sol había regresado de sus vacaciones!
Había recorrido casi toda su propia galaxia, pero hubo de
dejar para otra ocasión el darse una vuelta por el extranjero. Aunque tenía
previsto darse una vuelta por la Galaxia de Andrómeda y las Nubes de
Magallanes, había quedado exhausto y, además, se llevó un buen susto cuando
estuvo a punto de caerse por un agujero negro.
En esta ocasión su ausencia quedó reducida a un
puente festivo, y regresó antes de lo previsto; porque también se sentía algo
culpable ya que en sus últimas vacaciones, a su regreso, descubrió con pena que
se habían extinguido los dinosaurios.
Por otra parte tenía que reconocer que había echado de
menos los buenos ratos que se pasaba contemplando, desde lo alto, las
barbaridades que llegaban a hacer esos bichos locos que poblaban el tercer
planeta.
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