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martes, 10 de febrero de 2015

Las brujas de El Lugar Nuevo


viejos recuerdos. Me lo contó mi prima Angelita Moreno, en una ocasión en que coincidimos 
yendo a Riópar en "La Montañesa", que era 
el coche de línea que prestaba el servicio
con Albacete. Intenté ser lo más fiel a lo 
que ella me contó.


Luego he descubierto que se basa en 
"El Asno de Oro" del escritor romano 
Apuleyo y fue escrito en el S II


 
LAS BRUJAS DE
EL LUGAR NUEVO




 Puede escucharse mientras se sigue el texto en

el vídeo que figura al pie


La bruja del Lugar Nuevo tenía una hija muy guapa que tenía un novio de la Cañá que la iba a visitar a menudo.
La madre estaba enseñando a la hija las artes del encantamiento pero el novio no sabía que ambas eran brujas, aunque había cosas extrañas que le hacían sospechar algo.
Una noche de mucha tormenta en que el novio estaba en el Lugar Nuevo y que era imposible regresar a la Cañá, se tuvo que quedar en casa de la novia, cosa que a la suegra no le hizo mucha gracia, pero no había más remedio. Le dejaron para acostarse un tarimón y le entregaron una manta para taparse. La manta tenía un agujero y él se tapó todo con la manta pero se dejó el agujero a la altura de los ojos y se estuvo vigilante cuando todos se retiraron a dormir.
A las doce en punto la bruja se llegó al centro de la sala y levantando una lancha del suelo sacó un frasco y ella y la hija se untaron con una especie de poción, se montaron en sendas escobas y salieron chaspando por la ventana.
El mozo se levantó, se acercó al hueco que había debajo de la lancha decidido a untarse la poción, montarse en una escoba y salir detrás de ellas, pero resulta que había un montón de frascos y no sabía cual era el que habían usado. Tomó uno al azar y se untó con él, inmediatamente se hizo el encantamiento y quedó convertido en un borricáncano más negro que la noche.
Cuando llegaron las brujas y vieron lo que había pasado, decidieron no desencantarlo para que no pudiera contar lo que sabía porque corrían el peligro de acabar en la hoguera. Lo sacaron al corral y lo dejaban pastar por los ribazos.
Así pasaron los años y un día el pobre novio las escuchó hablar y decían:
“Hay el peligro de que, sin darse cuenta, se coma esa flor que crece en el ribazo cada primavera, dura poco pero podría comerla sin saber que si lo hace quedaría desencantado. Hay que atarlo bien para que no llegue a la flor cuando salga y lo soltamos cuando se seque”
Lo ataron de manera que no llegaba al borde del ribazo donde crecía aquella rara flor y así iba pasando primavera tras primavera sin que, pese a sus esfuerzos por acercarse, pudiera comer la flor.
Un día de primavera en que redoblaba sus esfuerzos para llegar hasta su salvación sin alcanzarla pasó por allí una bella joven que se apiadó de él viendo su afán por llegar a la flor y lo desató.
Tan pronto se vio suelto, de una dentellada engulló hasta las raíces e instantáneamente quedó desencantado, con gran susto de la joven.
Le explicó la historia, quién era él y quienes eran las dos mujeres y fueron al pueblo a denunciarlas.

Desde entonces en el Lugar Nuevo no se han vuelto a ver brujas, aunque no puede uno fiarse de nadie, por lo que toda precaución es poca y de ningún modo se os ocurra untaros ningún potingue desconocido.
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Y ahora me gustaría incluir aquí unos versos que publiqué en "Brotes de La Sierra" y que algo tienen que ver con el tema:


Tres somos de Bogarra,
dos de Viveros
y la capitanilla
del Lugar Nuevo

Coplas de brujas
(recogido en Bogarra)

Cuna y crisol de antigua brujería
de hechizos y leyendas...,
no me atrevo
a definir, sin más, al Lugar Nuevo;
pero la vieja historia va y se lía
a hablarme de aquelarres y pociones,
de escobas raudas y de maldiciones,
de mal de ojos
y la letanía
que al cabrón
—con perdón—
de la cabría
figura a cuatro patas con porfía
recitan como ensalmos entre abrojos.

Bajo el Calar de la Osera,
al pie de las duras peñas,
aquelarre entre las breñas,
vestigio de la hechicera
poción de amor o de muerte,
de buena o de mala suerte,
duerme en la ladera umbría
esperando que algún día
la despierten del olvido
y regrese el ya perdido
tiempo de la hechicería.

No sé si acaso quedan hechiceras
pero la magia fluye en sus rincones,
un hechizo preñado de ilusiones,
brincando entre las bromas y las veras;
en los cuentos oídos en la infancia,
o en aquellas historias de esfarfollo,
tan sólo a un paso de la nigromancia
o los duendes y ninfas del arroyo.


1 comentario:

  1. Añado un detalle gracias a Rosa sánchez. Parece que esa flor es la Rosa de Alejandría, una especie de peonía de nuestra Sierra y el Título de un libro de Vázquez Montalbán que hablaba de Los Chorros. Y recuerdo una canción que decía:
    Eres como la rosa de Alejandría,
    morena salada,
    de Alejandría,
    colorada de noche blanca de día,
    morena salada,
    blanca de día.

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