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miércoles, 25 de febrero de 2015

El caracol compulsivo


Estamos inmersos en la sociedad de consumo; 
a la que, incluido algún que otro caracol, 
nadie puede escapar


EL CARACOL COMPULSIVO

Puede escucharse mientras 
se sigue el texto en el 
vídeo que figura al final


- ¡HABLE CON SUS AMIGOS DESDE CASA!, ¡TELERINGG, SU LÍNEA TELEFÓNICA DE CONFIANZA!
-        ¡Qué buena idea! – dijo el caracol al ver el anuncio en un muroAsí podré hablar con los míos desde casa sin tener que pegarme agotadoras caminatas. Voy a pedirlo de inmediato.
Al solicitar el alta de la línea telefónica y dar su dirección: “C/ Cualquier sitio pero cerquita”, le aconsejaron que contratara un teléfono celular ya que su vivienda era móvil y al desplazarse se romperían los hilos de la línea.
Tenía ya su flamante smartphone, con cámara fotográfica, GPS y no se sabe cuantas cosas  más, pero cuando intentó cargarlo según le habían indicado, se dio cuenta de que no tenía donde enchufarlo, por lo que tuvo que darse de alta de la luz, con el mismo problema de los cables que con el teléfono, pero pudo montar una instalación solar que le permitía la movilidad.
Una vez cargada la batería intentó llamar a sus amigos pero, o desconocía sus números, o no tenían teléfono; así que le resultó inútil, no obstante se entretuvo haciendo fotos a cada rincón de su vivienda y escuchando su música preferida en los tonos que se bajaba. Pero lo más importante para él es que se le abrió un nuevo e inmenso mundo en Internet por el que comenzó a navegar hasta que vio el siguiente anuncio:
- ¡NO SEA CATETO, PÁSMESE CON NUESTRO PLASMA!
Y ni corto ni perezoso se compró el televisor más grande que podía hacer pasar por la entrada de su casa y además tuvo que instalar una antena en lo más alto y tirar tabiques en unas cuantas espiras de la concha.
Y pasmado ante la pantalla se tragaba toda la publicidad y zapeaba cada vez que amenazaban con poner un programa entre los anuncios.
Así, poco a poco, fue llenando su casa con: un hidromasaje, microondas, horno, lavadora, secadora,… tantas y tantas cosas que ya no cabían en su cáscara y tenía que dormir en malas posturas, por lo que padecía de fuertes dolores de espalda hasta que vio el siguiente anuncio:
- DUERMA COMO UN LEÑO CON LÁTEX LO ANDORRANO
 Y se encargó un colchón con sus correspondientes somier y canapé. Para poderlo entrar tuvieron que hacer una abertura en un lateral, que luego cerraron con una ventana, con lo que quedó una casita de lo más aparente.
Otro día vio el siguiente anuncio:
PUERTAS FUERTES TE MANTIENEN INDEMNE
Y encargó que le instalaran una puerta de seguridad para mantener lejos de sus preciadas pertenencias a los amigos de lo ajeno.
La puerta sólo respondía a una clave secreta, algo así como un “ÁBRETE SÉSAMO”, y una vez instalada era imposible abrirla sin la consabida frase.
Allí estaba parado delante de su casita, admirando la belleza de su nueva puerta, pero cuando pretendió entrar, la puerta no respondía a sus palabras ni a sus ruegos.
O bien se había equivocado de clave o la puerta tenía un fallo, así que se quedó fuera maldiciendo a la técnica y a la sociedad de consumo.
Tampoco pudo llamara a Puertas Fuertes para que llegaran a resolver el problema puesto que el teléfono se había quedado dentro.
Así que tuvo que resignarse, comenzar a construir una nueva casita y se prometió no volver a mirar un anuncio en lo que le quedara de vida.
Si algún día yendo por el campo te encuentras una concha con una antena en lo más alto, una ventanita y una puerta no dudes de que es la casita del amigo caracol, pero no te molestes en intentar abrirla si no te sabes la contraseña.

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