Otro cuento de transmisión oral,
de los que he ido recordando
y reconstruyendo
EL LEÓN FIERO
Puede escucharse mientras
se sigue el texto en el
vídeo que figura al final
Había una vez un león que estaba muy orgulloso de su fiereza e iba siempre presumiendo y retando a quien quisiera enfrentarse a él.
Llegó a la selva un viejo chimpancé. Había trabajado en un circo pero, como al hacerse ya muy mayor no servía para la pista, nadie se preocupaba de él y andaba suelto por entre los carros y las jaulas, hasta que se decidió a abandonarlo y regresar a su lugar de origen.
Cierto día el león, que andaba pavoneándose de su fiereza como de costumbre, se encontró con el chimpancé y le dijo.
- Tú eres nuevo por aquí y posiblemente no estás enterado, por eso te he de advertir que ¡Cuidadito conmigo!, porque soy el ser más fiero que existe.
A lo que le respondió el chimpancé
- Permíteme que te diga que eso no es cierto
- ¿Cómo que no? – repuso el león ahuecando la melena, encorvando el lomo y mirando con fiereza al chimpancé mientras lanzaba un fuerte rugido – Retira lo que acabas de decir o te devoro.
El chimpancé repuso
- Lo más fiero que existe es el hombre, te lo digo yo porque he trabajado muchos años en un circo y los leones, los tigres y los elefantes temían al hombre y le obedecían.
- ¿Ah siiii? – dijo el león – Pues ahora mismo me voy a buscar al hombre y a enfrentarme con él. Ya verás como estás equivocado.
El león se encaminó al borde de la selva para llegar a donde el hombre habitaba y darle una buena lección.
Caminó varios días hasta que, por fin, jugando a la orilla de un río se encontró a un niño.
Como el león no sabía qué aspecto tenía el hombre, le preguntó
- ¿Eres tú el hombre?
El niño le respondió
- No lo soy, pero lo seré
Así que el león siguió su camino sin encontrar al hombre, tan solo se encontraba con otros animales conocidos de la selva que, al verle tan resuelto y fiero, ponían tierra por medio para evitar que les atacara.
Pasados unos días más se encontró, tumbado a la sombra de un manzano, a un anciano, y pensó
- Éste si que debe ser el hombre
Así que le preguntó
- ¿Eres tú el hombre?
A lo que el anciano le respondió
- Lo fui pero ya no lo soy
El león siguió su camino en su búsqueda, y ya estaba a punto de abandonar y regresar a la selva, cuando llegó a un poblado y se encontró con un herrero en su fragua forjando la reja de un arado, martilleando una barra de hierro al rojo.
El león le preguntó
- ¿Eres tú el hombre?
El herrero le respondió
- Si, yo soy el hombre, ¿Qué quieres?
- Que reconozcas que yo soy el más fiero de los dos o te devoraré
El herrero le pilló los morros con las pinzas de sujetar los hierros candentes y le atizó tal martillazo en la cabeza que el león no tuvo más remedio que reconocer, desde entonces, que el hombre era mucho más fiero que él.
A este cuento le sigue un trascuento titulado:
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